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TARIFAS Y PRESUPUESTOS PARA CORRECCIONES ORTOTIPOGRÁFICAS Y DE ESTILO: sanbc@live.com

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-Relato
-Novela
-Crónica
-Biografía

viernes, 6 de diciembre de 2013

Reglas y moldes para la escritura de relatos fantásticos (H. P. Lovecraft)

"Mi actual proceso de composición es tan variable como la elección del tema o el desarrollo de la historia; pero si la estructura de mis cuentos fuese analizada, es posible que pudiesen descubrirse ciertas reglas que a continuación enumero: 


  1. Preparar una sinopsis o escenario de acontecimientos en orden de su aparición; no en el de la narración. Describir con vigor los hechos como para hacer creíbles los incidentes que van a tener lugar. Los detalles, comentarios y descripciones son de gran importancia en este boceto inicial. 
  2. Preparar una segunda sinopsis o escenario de acontecimientos; esta vez en el orden de su narración, con descripciones detalladas y amplias, y con anotaciones a un posible cambio de perspectiva, o a un incremento del clímax. Cambiar la sinopsis inicial si fuera necesario, siempre y cuando se logre un mayor interés dramático. Interpolar o suprimir incidentes donde se requiera, sin ceñirse a la idea original aunque el resultado sea una historia completamente diferente de la que se pensó en un principio. 
  3. Escribir la historia rápidamente y con fluidez, sin ser demasiado críticos, siguiendo el punto "2", es decir, de acuerdo al orden narrativo en la sinopsis. Cambiar los incidentes o el argumento siempre que el desarrollo del proceso tienda a tal cambio, sin dejarse influir por el boceto previo. Si el desarrollo de la historia revela nuevos efectos dramáticos, añadir todo lo que pueda ser positivo, repasando y reconciliando todas y cada una de las adiciones del nuevo plan. Insertar o suprimir todo aquello que sea necesario y aconsejable; probar con diferentes comienzos y diferentes finales hasta encontrar el que más se adapte al argumento. Asegurarse de que ensamblan todas las partes de la historia desde el comienzo hasta el final del relato. Corregir toda posible superficialidad conservando el orden preestablecido.
  4. Revisar por completo el texto, poniendo especial atención en el vocabulario, la sintaxis, el ritmo de la prosa, la proporción de las partes, las sutilezas del tono, la gracia y el interés de las composiciones (de escena a escena de una acción lenta a otra rápida, de un acontecimiento que tenga que ver con el tiempo, etc.), la efectividad del comienzo, la del final, la del clímax, el suspenso y el interés dramático, la captación de la atmósfera y otros elementos diversos. 
  5. Preparar una copia esmerada a máquina; sin vacilar por ello en acometer una revisión final allí donde sea necesario. 

Cada relato fantástico —hablando en particular de los cuentos de miedo— puede desarrollar cinco elementos críticos: a) lo que sirve de núcleo a un horror o anormalidad (condición, entidad, etc.); b) efectos y desarrollos típicos del horror; c) el modo de la manifestación de ese horror; d) la forma de reaccionar ante ese horror; e) los efectos específicos del horror en relación a condiciones dadas". (H. P. Lovecraft) 


martes, 6 de agosto de 2013

Decálogo del perfecto escritor novel

Decálogo del perfecto escritor novel

1. Es buen lector: abarca autores más que aprieta libros.
 
2. Escribe todo el tiempo: cuando está frente al teclado o el cuaderno, y el resto del día, en su mente.
 
3. Escribe todos los días: aunque sea una o dos oraciones por día.
 
4. Mira el mundo y puede transformar cada elemento en una idea.
 
5. No pretende hacer best-sellers de sus primeras obras.
 
6. Ha leído y comprende en toda su complejidad el "Decálogo del perfecto cuentista", de Horacio Quiroga.
 
7. Hace que la historia tenga más fuerza que las palabras que usa para contarla.
 
8. El abanico de sus ideas está abierto y no se atasca en el primer pantano.
 
9. Pone en reposo su texto de entre dos a tres meses una vez lo ha finalizado. Vuelve a leerlo y lo pule desde la objetividad que brinda la distancia.
 
10. Pone su texto en manos de un corrector literario para que su obra llegue en excelentes condiciones a las editoriales. 

S.R.B.C.

domingo, 16 de junio de 2013

Para escritores: cuadro de legibilidad alta y de legibilidad baja

LA LEGIBILIDAD

"El objetivo de las investigaciones sobre legibilidad es aprender a predecir y a controlar la dificultad del lenguaje escrito".


GEORGES HENRY

El concepto de legibilidad designa el grado de facilidad con que se puede leer, comprender y memorizar un texto escrito. 

[...] Hay que distinguir la legibilidad tipográfica, que estudia la percepción visual del texto (dimensión de la letra, contraste de fondo y forma), de la legibilidad lingüística, que trata de aspectos estrictamente verbales, como la selección léxica o la longitud de la frase. 



Según esto, un escrito de oraciones breves, palabras corrientes, tema concreto, etc., no presenta tantas dificultades como otro de frases largas y complicadas, incisos, poca redundancia, terminología poco frecuente y contenido abstracto. De toda la lista anterior, los tres primeros puntos son los más relevantes. 

(De Cocina de la escritura, Daniel Cassany. 1995. Anagrama)

miércoles, 12 de junio de 2013

¿Por qué escribes? 11 posibles razones... y la tuya

A la pregunta "¿Por qué escribimos?" la poetisa norteamericana Natalie Goldberg (1990) responde: "Es una buena pregunta. Es buena hacérsela de vez en cuando. Ninguna de las posibles respuestas podrá hacernos dejar de escribir y, con el paso del tiempo, nos daremos cuenta de que nos las hemos planteado todas:

Natalie Goldberg.

1) Porque soy una cretina.
2) Porque quiero darle una buena impresión a los chicos.
3) Para darle gusto a mi madre.
4) Para molestar a mi padre.
5) Porque cuando hablo nadie me escucha.
6) Para hacer la revolución.
7) Para escribir la novela más grande de todos los tiempos y convertirme en millonaria.
8) Porque soy una neurótica.
9) Porque soy la reencarnación de Shakespeare.
10) Porque tengo algo que decir.
11) Porque no tengo nada que decir."

(La cocina de la escritura, Daniel Cassany. 1995. Anagrama). 

En lo personal, no logré alinearme con ninguna de estas respuestas. ¿Por qué escribo? Por el inmenso valor existencial de rebalsar ciénagas u océanos y bucear en ellos, 1 metro u 11 kilómetros bajo la realidad. 

¿Por qué escribes? 

S.R.B.C. 

jueves, 6 de junio de 2013

Economía descriptiva: escape del barroquismo entorpecedor

Uno de los errores más comunes entre los escritores noveles (e, incluso, entre muchos de los avanzados) es el de la errada idea de que el preciosismo literario es el camino hacia la buena literatura: las metáforas, las comparaciones, el abuso del hipérbaton, etc., es cierto, generan en el autor una visión "linda" de lo que está escribiendo. 

No obstante, el escritor debe recordar que no está escribiendo para sí mismo (al menos, en general) sino para un lector. Para comparar, aunque sea paradójico —la comparación sirve para ejemplificar y explicar—, pensemos en alta tecnología, en una "súper computadora", una computadora capaz de llevar a cabo cualquier operación, de ejecutar todos los programas existentes y todas las aplicaciones que se nos ocurran, pero... Pero resulta que esta computadora necesita, para acceder a cada una de sus aplicaciones, llevar a cabo diferentes combinaciones de "clicks". Para abrir Word necesitaría: 2 clicks derechos + 2 clicks izquierdos + mantener click derecho tres segundos + doble click izquierdo en un lapso de 5 segundos. Y así con cada aplicación. Podríamos suponer, con toda razón, que el usuario rápidamente dejaría de lado esta "súper computadora", simplemente por la dificultad para acceder a sus virtudes. 

Entonces, estimados amigos, ¿por qué habríamos de utilizar otro criterio cuando hablamos del hecho de una "súper historia"? Y aunque la historia no resultara súper, en todo caso un estilo complicado, un acceso dificultoso a las ideas, a la historia (un estilo barroco), alejarán al lector de nuestro libro.

Como ejemplo utilizaré un párrafo de mi primera novela. El primer texto es el original. El segundo, es el resultado de cómo escribiría lo mismo luego de haber pasado por una serie de experiencias de trabajo, de estudio e interpersonales. 

Texto 1: 
   El oriente era un sol desangrado tachonado de esquirlas rojas y negras, visos de muerte y fuego sobre las nubosidades desgarradas de una tempestad reciente. Los vientos arremolinados, como si fueran los espíritus de un río de lava, difuminaban el aire ardiente al levantar y sacudir tiznadas vorágines del polvo de ese desierto de roca desnuda, grieta traicionera y tallo espinoso, abrazado al sur por un cordón de montañas lóbregas como la tez del carbón, pero despejado de cara a los otros horizontes. 

Texto 2: 
El sol rojo teñía de sangre el Este y las nubes desgarradas de una reciente tormenta. El aire levantaba en vorágines ardientes el polvo de ese desierto rocoso y agrietado; hacia el sur se alzaba, tenebroso, un cordón de montañas. 

Cualquiera que sepa contar se dará cuenta de que se puede decir lo mismo en 3 líneas que en 6 y media. Hubo un ahorro del 50 y tanto por cierto de "energía descriptiva", y no cabe duda de que el lector, entre las dos versiones (sobre todo, cuando tuviera el libro en sus manos) se quedaría con la segunda versión, por el simple hecho de que lo importante es más lo que se dice, que cómo se lo dice

S.R.B.C. 


viernes, 17 de mayo de 2013

Concurso literario "EL MIEDO" (ANIM)

EL MIEDO
La apuesta contrarrevolucionaria

1. Podrán participar, sin perjuicio del lugar de nacimiento o de residencia de los autores, los cuentos y relatos inéditos que además reúnan las condiciones que se detallan a continuación.

2. Las obras podrán estar escritas en español o en catalán.

3. La extensión de las obras no podrá exceder de 12.000 caracteres incluyendo los espacios. (Esta extensión máxima es aproximadamente: tres páginas A4, en letra tipo Arial, cuerpo 12 e interlineado sencillo)

4. El contenido de las obras tendrá que versar o estar relacionado con el sentido actual del concepto el miedo, en cualquier de sus acepciones.

5. El envío de los originales se hará preferentemente por correo electrónico pero también se admitirán los envíos por correo postal.

6. El envío por correo electrónico tendrá que contener dos archivos adjuntos: 1.El relato, que tendrá que ir firmado con el pseudónimo, y 2. La plica, que tendrá que constar de: pseudónimo, nombre y apellidos del autor, dirección actual, teléfono y correo electrónico de contacto. El nombre con que se identifiquen los dos archivos tendrá que ser el título del cuento o el pseudónimo del autor.

7. La dirección electrónica para participar es animcontacta@gmail.com. También se podrá participar desde la página web www.lleidaparticipa.cat/anim.

8. El envío por correo postal tendrá que contener dos documentos: 1. El relato, que tendrá que estar firmado con pseudónimo, y 2. Uno sobre cercado con la plica, que tendrá que constar de: pseudónimo, nombre y apellidos del autor, dirección actual, teléfono y correo electrónico de contacto. Al exterior del sobre cercado de la plica tendrá que constar el título de la obra o el pseudónimo del autor.

9. La dirección postal del concurso es ANIM, Cibercertamen literario EL MIEDO. La apuesta contrarrevolucionaria., Avenida del Segre, 12, 5 A, 25007 Lleida, España.

10. La admisión de obras a concurso finalizará el 18 de julio de 2013. Se admitirán los envíos postales con mata-sellos datados con anterioridad a la fecha tope.

11. ANIM, entidad convocante y organizadora, se reserva el derecho de editar los cuentos a través de cualquier tipo de apoyo.

12. Los autores mantendrán en cualquier caso los derechos de autor.

13. El Jurado estará formado por personas designadas por la organización. La composición del jurado se dará a conocer en el momento de hacer público el veredicto. Los miembros del Jurado no podrán participar en el concurso.

14. Durante el mes de octubre de 2013 se hará pública la decisión del Jurado, la cual será inapelable. La organización difundirá el veredicto a través de los medios de comunicación y hará constar: el ganador, la fecha y el lugar de entrega del premio.

15. El ganador recibirá el Premio HIPATIA de ALEJANDRÍA 2013, dotado con 300 € que patrocina el organizador.

16. La participación en el concurso implicará la aceptación de las bases por parte del participante. Para cualquier situación que no se haya previsto en estas bases se atenderá al que disponga el Jurado.

17. En conformidad con la Ley de protección de datos de carácter personal, la organización advierte que los datos de los participantes se incorporarán a un fichero que utiliza para difundir información de sus actividades. El titular podrá ejercer los derechos de acceso, rectificación, y cancelación, enviando una petición escrita a ANIM.

 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Frase larga vs. frase corta

A propósito de la búsqueda de estilo y de la carísima cuestión cómo llegar al lector, transcribo un apartado del libro Taller de corte y corrección, de Marcelo Di Marco (1997); en este caso, una vista en cuanto a la extensión de las frases y el omnipresente peligro de la "sobrecarga". (Entre paréntesis —de hecho— recomiendo este libro no solo a los escritores recién iniciados, sino también a los que hayan empezado hace tiempo y estén buscando identidad artística. Es un muy buen libro para escritores en general.)

S.R.B.C.
Taller de corte y corrección, de Marcelo Di Marco.

Procurar un estilo "contundente e irrebatible" no significa que uno deba escribir, necesariamente, con frases telegráficas. Lo menciono porque suele observarse el siguiente hecho: muchos escritores que traen al taller frases inadecuadamente quilométricas, plagadas de "literatura" y amaneramientos varios, pronto advierten el error, pero huyen al extremo opuesto y terminan por escribir frases inadecuadamente jibarizadas. Se restringen. Y tal vez estén frenando un ritmo interesante, impidiendo que la cosa fluya a los ojos del lector. Veamos qué opinó Carlos Gardini sobre la ociosa controversia "frase larga vs. frase corta" cuando lo entrevisté para el nº 11 de la revista Neuromante Inc. (marzo/ abril de 1996):
 
Marcelo Di Marco: Hablábamos de esa sintaxis germánica, quilométrica. Noto que vos tenés una preocupación por la frase corta. Más que eso, por equilibrar frases cortas y largas, por alternarlas según te pida el cuento.
Carlos Gardini: Es así. Cada cosa se escribe según la necesidad que impone. Pero a mí lo que me preocupa es que la cosa fluya. El lector tiene que estar enganchado de la nariz. No siempre se logra, por supuesto. Esto tiene que andar. Tiene que andar, y tiene que quedar una imagen fuerte. Mi preocupación por el estilo no es una preocupación de estilista.
MdM: El estilo tiene que estar al servicio de tu cuento.
CG: Claro. En lo posible, la frase tiene que tener el ritmo que tiene la acción. Si un tipo dice: "Desenfundó un arma", esa frase cortísima concuerda con el tiempo de la acción. Ahora, si vos decís: "Él, meditativamente, extrajo un arma de fuego de la funda, y la apuntó hacia el sujeto que...". Y bueno, perdió todo. La acción no es la misma. El lector tuvo que trabajar un montón para llegar a discernir, para llegar a visualizar. Para mí, ese trabajo que se le ha impuesto al lector conspira contra la acción del cuento.
MdM: Qué curioso: el segundo ejemplo que diste, el de la frase larga, estuvo perfectamente escrito, gramaticalmente irreprochable. Qué significará entonces "escribir bien", ¿no?
CG: ¡Claro, ahí aparece la pregunta! Cada cual debe manejar su propio estilo. Mujica Lainez, por ejemplo, puede gustarte o no. Pero es innegable que escribía. Uno se lo imagina escribiendo con pluma de ganso. Pero no cualquiera.

martes, 26 de marzo de 2013

La poesía como verdad de patas cortas


La poesía como verdad de patas cortas

Eso es porque la poesía es verdad por definición. Es el burbujeo de energía guardado en los rincones más esenciales del ser y que, justamente por su autenticidad, su carácter irrefutable, resulta como la verdad misma: subjetiva, sin doble discurso, intransferible.



Esta entrada surge a causa de un episodio en el cual una persona allegada, dada determinada situación, me dijo que no vería con malos ojos que le escribiera un poema. Y me detuve a pensar; un poema no admite medias tintas, no permite restricción de sentimientos. Si hubiera tales restricciones, tal como he titulado esta entrada, entonces tendríamos una verdad de patas cortas. Lo que no escribiera en el hipotético poema, casi con seguridad sería "rellenado" por el destinatario, quien completaría lo que no se dijo a través de su propia subjetividad, y del hecho que, escribir un poema a alguien, es realizar una confesión sin dudas. Es, por tanto, cuando esta pregunta aparece: ¿por qué confesar algo que no debería de ser una confesión, sino un liso y llano traspaso de información? La respuesta es: porque una confesión es, precisamente, mucho más que el traspaso de información. Es el develarse a sí mismo, el desnudarse, el quitarse las palabras complicadas que podrían decir poco, para ponerse palabras simples que lo dijeran todo.

Nunca, hasta hoy, había descubierto (por más que lo hubiese escuchado) que la poesía es Verdad, y que la Verdad es poesía. 

S.R.B.C. 

martes, 5 de marzo de 2013

Ejemplo de texto corregido en FASE 1


REFERENCIAS

Tachado: texto original erróneo. (El tachado de la coma aparece por sobre el signo.)

Subrayado: corrección/agregado: letra, palabra, construcción, acento, signo. (El agregado de la coma aparece como tachando el signo por su parte inferior.)

Herramienta: "Control de cambios", Microsoft Word 2010 adaptado al formato de texto de blogger. Comentarios al margen no incluidos. 

TEXTO

A las once de la mañana desperté entre sábanas embrolladas y con retorcijones en el vientre, provocados por el hambrela falta de alimentos. Sofía aúun dormía. Cuando finalmente  al fin logré despabilarme, en silencio, para no despertarla, renové mi humanidad, con un prolongado baño. Luego, me afeité, me vestí y partí hacia el vestíbulo del edificio a encargarme del papeleo de la renta.

Alfonso se encontraba escuchando la radio, sentado en un taburete,y fumando un cigarrillo. Como yo no hablaba catalán me dirigí en español al portero hablé al portero en españolsolicitándole ver el contrato de arrendamiento;.aA juzgar por la expresión de su rostro, se me ocurrió probar en francés, la lengua el idioma de la emisora que escuchaba estaba escuchando. Lo Hhablaba bien ese idioma y pareció querer ejercitarlo conmigo:

—Habla un buen francés, Alfonso., ¿Hha vivido en Francia?—Ppregunté, a modo de cortesía.

—Al finalizar la Guerra civil, mis padres y yo tuvimos que emigrar a Perpiñáón. Allí pasé toda mi niñez y parte de mi juventud. Cuando ellos fallecieron, regresé.

—Y con razón. Este es un pueblo muy bonito.

—¿Creerá usted si le digo que aúun hoy Cadequeés conserva la fisonomía de cuaándo yo era tan sólo un chiquillo? ÉEso sí, no vaya a pensar que fue por mera casualidad. Debimos librar duras batallas para que el pueblo lograra mantener su identidad la identidad del pueblo fuera conservada. Esas endiabladas corporaciones sin dueño ni Ppatria siempre han codiciado construir sus hoteles de lujo en la bahiabahía, pero se los hemos prohibido, aunque no dejan de presionar y recurrir a todo tipo de artimañas para intentar lograr su cometido propósito.

Amigo mío, temo que ustedes están en medio de una batalla mucho más grande de lo que suponen,—contesté, asumiendo el papel tutelar de defensor del capital internacional un supuesto patrimonio cultural internacional. Según lo veo yo, mientras más resistaen, más se elevará el precio de la tierra más se elevará. Cuando los valores sean tan altos, que el precio de una casa alcance para comprar toda una vida sin preocupaciones en la ciudad, serán ustedes quienes golpeen las puertas del Mmunicipio para que el alcalde les permita vender sus propiedades. Créame,: la batalla que libran es contra ustedes mismos, contra su propia codicia.

No se supe si habría sido muy duro con el viejo o si, simplemente, lo dejé habría dejado pensando. Pero Sin embargo, tras mi repuesta, no habló más; solo apenas sí se dedicó a juguetear con su cigarrillo, y yo a examinar  mientras yo examinaba el contrato.

Al rato apareció Sofía. Luego de besarme y regañarme porque no la desperté había despertado, comenzó una catalana charla con Alfonso. Ella hablaba el idioma con relativa fluidez, gracias a una materia optativa cursada  que había cursado durante el transcurso de su educación secundaria en el secundario. Yo, entretanto, firmaba los originales del contrato, sus copias y la versión con la traducción traducida. Cuando por fin abandonamos el edificio, Sofía, sin percatarse, cometió un acto de extrema locura;: se interpuso entre un animal hambriento y su presa. Dijo:

Alfonso me advirtió que los restaurantes preparan suslos almuerzos no antes de las 2 dos de la tarde y,sus las cenas, pasadas las 10 diez de la noche. Tenemos, por lo menos...—miró su reloj—,una hora para conocer algo del pueblo. Me gustaría comenzar con algunos museos, que están por aquí cerca.

Amor, no comemos nada desde hace 24  veinticuatro horas. Me convertiré en un caníbal, si no digiero algo pronto —Ddije, para hacerla entrar en razón.

Un momento después ingresábamos a un restaurante llamado Barbarroja;.eEl lugar se encontraba repleto de turistas, por cuanto  lo cual debimos esperar copra en mano en un patio de baldosas rojas y muros cubiertos con hiedras.

Quince minutos más tarde fuimos conducidos a una terraza escalonada con  que tenía una espléndida vista al mar. Nos instalamos en una mesa con sombrilla, ya que el sol a esa hora era intenso. Aceptamos el menú del día Ppara no restarle tiempo a nuestra recorrida inaugural por el pueblo aceptamos el menú del día. Un joven vino blanco vasco con un plato de pernill cortado en finas lonjas engañó nuestro apetito hasta el almuerzo. Luego una paella de pescado con arroz del delta del Ebro y ¡bon profit!, ya estábamos listos para comenzar a trepar las empinadas callejuelas.

En las horas que siguieron, recorrimos un sinnúmero de galerías de arte, tiendas artesanales y uno que otro anticuario.

Mientras yo me entregaba gustosamente al placer de fumar un puro, Sofía se sumergía con dedicaba pasión en el orbe pictórico que lae rodeaba. Ya a A punto de abandonar nuestra primera incursión turística por Cadaqueés, ella se detuvo frente a la vidriera de una lóbrega galería. Esquivando las manchas en el vidrio curioseó en su interior; acto seguido, ingresó en el lugar. Yo hice lo propio. Un timbre que activamos al abrir la puerta delató nuestra presencia. Pronto se acercó a nosotros un sujeto escuálido, alto como una columna de alumbrado y con bigote largo y desantendidodesatendido.

—Americanos, ¿verdad? —se apuró a decir—.lLas pinturas que están viendo son de mi sobrino. Será un gran pintor, algún día. Pero si giran sus cabezas a hacia esta otra pared, encontrarán unas muy buenas reproducciones de cuadros famosos, todas realizadas por un artista local de extraordinario talento; hay lienzos de Dalí, de Picasso...

—No estoy interesada en ellas,; soólo en las delsu sobrino —interrumpió Sofía.

Pero están a precios muy convenientes. Usted parece ser una entendida en la materia. Si se molesta en observarlas en con detenimiento, sabrá de lo que estoy hablando.

Sofía le lanzó una mirada ceñuda que logró intimidarlo.

No se hable más, entonces —asintió el galerista—. Iré al fondopor a buscar a Manuel. Esperen aquí, nome tardo tardaré.

Al rato apareció un joven de unos veinte años, de mirada escéptica, y actitud retraída. Sus manos, llenaos de pintura, sostenían el  un cigarrillo negro sin filtro.

—Dice mi tío que usted es americana y sabe de pintura.

—Soy de aquí, de Francia española, pero trabajo en Nueva York restaurando lienzos en el mMuseo Metropolitano de Arte. Mi nombre es Sofía. EÉl es Edward, mi novio.

—¿Y cree que llegaré a ser un pintor famoso?

Sofía sonrió.

—Bueno... eres joven aún para saberlo. ¿Estudias arte?

—Sí, en Barcelona. Permítame mostrarle las obras que he hecho desde que comencé mi estudio en la Academia.

El muchacho, con porte  actitud apáticao, fue hacia un mostrador y extrajo de él una cartera de cuero conteniendo  que contenía unos cuantos lienzos atados entre sí con un cordel. Cuando Sofía los tuvo en sus manos, comenzó a estudiarloas unoa a unoa ante la mirada ahora ansiosa de Manuel. En ese momento reapareció en escena el mercader de arte.

—¿Le comprará alguna pintura al muchacho?.

—Tal vez lo haga, pero hoy no. —Sofía cerró la carpeta y se dirigió a Manuel—. Veo que al haber adquirido un conocimiento más formal  académico comienzas  comenzaste a definir tu estilo. Aquí es doónde debes tener cuidado, porque eres joven y talentoso y corres peligro de cometer un error muy común en estos días. Observa a tu alrededor, a los artistas que gozan de cierto prestigio. Ellos pintan el presente apelando a la ironía para expresar su desencanto con  hacia la cultura que les toca vivir. De cierta manera está bien. ¿Pero no crees que ese desencanto debería impacientar eal artista pintor? ¿, despojarlo de comodidad, para lanzarlo a la aventura de hallar un quiebre vanguardista? Cada vez que te enfrenteas al lienzo, Manuel, debes preguntarte cuáal será el ritmo temporal y espacial de esta nueva cultura, teniendo siempre a en cuenta de que la ironía sin vanguardia se transforma en algo vaciío, la en indiferencia. ¿Acaso no querésquerrías ir más allá?,¿no ansías pintar el punto crítico en el cual subyuga tanta tecnología y racionalismo?[U1] 

A pesar de que nos fuimos de la galería con las manos vacías, Sofía trajo llevó consigo la promesa de Manuel de acompañarnos a un pequeño crucero que vamos a comenzar tomaríamos al día siguiente, a bordo de un bellolindo yate. El muchacho, por su parte En cuanto al muchacho, no pudo vender su arte, pero
aunque tampoco se quedó  había quedado sin nada:.Obtuvo  había obtenido un buen consejo de Sofía, una mujer comprometida con su trabajo que veía a la pintura  el arte plástico como a algo más deque a un buen negocio.

Esa noche nos dormimos apenas terminada la cena. Debíamos levantarnos tempranoa y necesitábamos estar bien descansados para nuestra ansiada aventura por el litoral mediterráneo.

 [U1]Imposible encontrar o darle sentido al contenido de la pregunta. 

S.R.B.C. 

lunes, 4 de marzo de 2013

Tipos de escritores


Es simple comenzar por especificar que existen dos clases principales de escritores: aquellos que escriben de acuerdo a sus creencias, vivencias y visiones personales (los llamaremos: escritores+subetivos), y también existen aquellos que escriben basándose en doctrinas como la filosofía, la religión, la propia literatura: escritores+intelectuales.

Los escritores+subjetivos toman los temas de su percepción personal del mundo según, dicho está, los diversos factores que conforman la integridad de un individuo: creencia religiosa, postura política, ubicación personal en lo social, vivencias que decantaran en el presente creativo, etc. En otras palabras, estos escritores vuelcan partes de su vida en sus obras, aunque, por lo general, esto sea imposible de advertir a simple vista.

Por otro lado, los escritores+intelectuales se nutren del panteón de doctrinas que ordenan las diferentes civilizaciones humanas; de ellas extraen los temas que luego volcarán en sus historias, siempre hablando, por supuesto, de escritores de ficción, puesto que también podríamos referirnos a ensayistas, poetas y demás.

Desde luego, no se trata de absolutos, he ahí el porqué de mi denominación que incluye el signo "+". Hay en los escritores viscerales menor o mayor cuota de intelectualidad, así como existe, siempre, cierto grado subjetivo en los escritores intelectuales. Imposible que no lo hubiera si tenemos en cuenta que una objetividad absoluta implicaría algo no existente como lo es la no individualidad: la individualidad es un factor intrínseco a la naturaleza del ser humano.

Los escritores+subjetivos son los más. No podría nombrar un caso emblemático sin dejar a tantos otros fuera de mi lista. De mis preferidos: J.R.R. Tolkien, Ernesto Sabato, Julio Cortazar, Albert Camus, Anthony Burgess, Oscar Wilde, Ray Bradbury y George Orwell, entre muchos otros.


En cambio, enseguida me viene a la mente Jorge Luis Borges cuando pienso en escritores+intelectuales. Tanto así que de pocos autores he escuchado que se los tilde de "inhumanos". Esto ha ocurrido con Borges a causa de su tratado puramente intelectual, casi sin reminiscencias de lo que un corazón pudiera querer gritar a los vientos: no se oye el lamento ni la celebración ni se percibe un puño apretado ni demasiado tímido en lo que es la totalidad de su obra.

No obstante, como ya se ha dicho en el pasado, Borges no resulta inhumano a partir de la idea de que lo que diferencia al humano de la bestia es, precisamente, el intelecto. Personalmente, encuentro que existe un balance más "digerible" entre la víscera y el intelecto en los escritores+subjetivos. Ergo, poco digerible encuentro el desbalance que, a mi parecer, existe en la obra de Borges, quien se saca el corazón para que su mente pueda "latir".



En definitiva, nada es absoluto ni verdadero, y mucho menos, una preferencia. No pondré en discusión la genialidad del escritor argentino. Encontré interesante el asunto como para estamparlo en la presente entrada, sobre todo cuando pienso en los escritores que están buscando su rama en el árbol y que, cuando una les parece demasiado frágil, la otra quizás termine quebrándoseles por el propio peso y los vientos de las modas literarias.

S.R.B.C. 

viernes, 22 de febrero de 2013

Análisis de "El túnel" (Ernesto Sabato)


1. Introducción

Juan Pablo Castel es un pintor tan atormentado por su soledad como por establecer contacto con lo que para él hubiera sido su "alma gemela", el entrecruzamiento de dos túneles, de dos seres ajenos al mundo abierto.

A través de Maternidad, una obra plástica de Castel, ese destino que parecía imposible encuentra un resquicio por el cual colarse hasta el corazón del pintor: María, una joven de espíritu indescifrable, ve en el cuadro Maternidad un detalle que le fascina, el mismo detalle que había fascinado al mismo creador de la obra. Es a partir de ese momento que Castel se obsesiona con María, una obsesión que terminará con el crimen de la joven a manos del pintor.

En el marco de una aproximación de Ernesto Sabato casi ensayística (no por la forma, sino por el contenido) a propósito de la soledad, el amor, los celos y la existencia del ser humano como ser social, El túnel tiene la forma de una obra cuya suma de contenidos da por resultado un género algo distante del que, parece, prevalecerá a partir del primer capítulo: no será un policial, a pesar de que Sabato impone a su protagonista comenzar la historia confesando el crimen que cometerá en dos equinoccios: en el de la historia misma por un lado, y en el equinoccio de la personalidad doble de Juan Pablo Castel: mientras que en el inicio, al confesar su crimen y, a la vez, convertir al lector en una suerte de cómplice pasivo, aparece su faceta fría y coherente, en el final se descubre el monstruo pasional oculto tras los pensamientos lógicos y la mente calculadora.

Tampoco se encuentra el lector con una novela de misterio, ya que el personaje de María, más allá de su lado oscuro, no llega nunca a ser eje de la historia, puesto que el personaje mismo es creado por el narrador (Castel) a través del crisol de sus propias apreciaciones lingüísticas y paralingüísticas de María.

En cambio, sí es fácil decir que se trata de una novela psicológica y metafísica; todo pasa por los pensamientos, los sentimientos y los amores nacidos de los odios de Castel. En este sentido, la utilización de la primera persona acaba siendo determinante.


CAPITULO I: la historia

Sinopsis

Juan Pablo Castel, un pintor con problemas para comunicarse con la gente,  en una de sus muestras ve a María, una muchacha misteriosa que queda atónita en la contemplación de la escena de un cuadro de Castel.

Castel, entonces, se maravilla con María, ya que ella ha sido la única que ha prestado atención a ese detalle, el cual él considera como un puente para la conexión entre dos personas: él estaba esperando en uno de los extremos; María parece ser la persona que ha aparecido en el otro, entonces la conexión se vislumbra posible.

A partir de ese momento Castel y María inician un tormentoso romance, en el transcurso del cual Castel irá sucumbiendo a sus propios fantasmas psicológicos, a medida que descubrirá que María no era todo lo pura que pudo haber creído.

Los celos, la incomunicación y el terror a la soledad, llevan a que Castel, finalmente, asesine a María.

El entorno de María: personajes

·         Allende (también Adv.Cult., más allá de): esposo de María. Es ciego y aparece como un hombre culto, sosegado y sociable. La posibilidad más viable indica que sería consciente de los engaños de su esposa, y que los aceptaría a cambio de lo que su esposa podía darle a él. Al final, cuando Castel le confiesa que María está muerta, se suicida.

·         Hunter (inglés, cazador): primo y, se sugiere, amante de María. Descrito como frívolo y mujeriego, es el principal disparador de los celos de Castel. De hecho, Castel decide matar a María cuando se entera de que ella ha preferido, en cierto momento, encontrarse con Hunter y no con él.

·         Richard: examante de María; no tiene un rol activo en la historia, pero la alusión a su pasado (María le habla de él a Castel, le comenta de unas cartas, y así Castel continúa urdiendo su trama de locura), y el hecho de que se hubiera suicidado, resulta una pieza importante en ese rompecabezas abstracto cuya imagen final acaba enloquecer a Castel.
Análisis

Publicada en 1948, El túnel es una pieza emblemática de la corriente de los nuevos novelistas latinoamericanos que, en el siglo XX, sumergieron al hombre en su realidad, un ente en su entorno natural, el de la sociedad y el de las vicisitudes que la vida social depara a su fauna.  

A partir del uso de la primera persona, los autores reflejan el tormento del hombre moderno, sus fantasmas, sus ambigüedades y las temáticas de la soledad, la muerte y de una existencia carente de sentido. De esta forma ponen al lector como uno de los actores principales de esta nueva corriente, como parte de esa realidad retratada mediante el cosmos psicológico de sus personajes, sus sistemas internos con sus órbitas de pensamientos y torturas.

Dicha tendencia queda perfectamente reflejada en estas palabras de Moreli: «Por lo que a mí respecta, me pregunto si alguna vez conseguiré hacer sentir que el verdadero y único personaje que me interesa es el lector, en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo».

Esta búsqueda de los novelistas latinoamericanos por insertar de alguna manera al lector en sus obras, como se ha mencionado, decanta en el uso de una primera persona que permite ponerse en los zapatos del protagonista o, al menos, en una suerte de confidente (algo muy presente en El túnel, en cuanto Castel "se nos confiesa" y se molesta, todo el tiempo, en aclararnos sus acciones, y en justificar sus pensamientos, aunque él mismo diga que le importa un bledo lo que piensen de él).

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne, (Sabato, 2012: 7).

Así, de manera tan incisiva, tan directa, Sabato, a través de su personaje principal, el pintor Juan Pablo Castel, comienza la trama de El túnel (1948, Editorial Sur). Trama que no se enreda en ningún momento, por otra parte. No hay lazos que el lector deba desenmarañar; el devenir de los hechos es la creación exclusiva de la mente convulsionada de Castel, así como el aumento de la tensión y la comprensión del argumento por parte del lector: parece evidente que Castel es victimario, pero sin dudas también es víctima de sí mismo. Y su imposibilidad para comunicarse con el mundo, en principio metafórica, termina teniendo forma material cuando al final de todo el pintor nos habla desde atrás de unos barrotes, consumado su crimen.

La comunicación y la motivación

El personaje de Castel se nos presenta como profundamente atormentado no por un pasado específico, un trauma explicado o siquiera una alusión que se disponga a sugerir, sino por su sensibilidad de artista. Hablando de sí mismo, Castel explica cómo una simple noticia, un gesto de otra persona, una palabra poco feliz podían dejarlo "aplastado" o provocarle una revulsión masiva al punto de quitarle el apetito.

Su lista de aversiones es extensa y va de lo más trivial a lo más trascendental de la condición humana. En este punto supondría un acierto hacer notar que uno de sus principales rechazos estaba dirigido hacia lo que bien podría haber sido parte importante de su vida: el círculo conformado por artistas, críticos y gente aficionada al arte. Así explica se explica:

Yo nunca iba a salones de pintura. Puede parecer muy extraña esa actitud en un pintor; [...]. Realmente, en este caso hay más de una razón. Diré, antes que nada, que detesto los grupos, las sectas, las cofradías, los gremios y en general esos conjuntos de bichos que se reúnen por razones de profesión, de gusto o de manía semejante. Esos conglomerados tienen una cantidad de atributos grotescos: la repetición del tipo, la jerga, la vanidad de creerse superiores al resto, (15).

De esta manera, cierra la puerta a la habitación principal de lo que podría decirse "la casa de su vida" (más adelante se hará énfasis en un sueño en el cual Castel se encontraba en una casa; luego se daba cuenta de que la casa representaba a María).

Sin embargo será precisamente en una muestra de pintura el lugar en el que quedará prendado de María, si bien, y también precisamente, porque María era la única que se había concentrado en la confesión oculta en el cuadro Maternidad: la pequeña ventana tras la cual era posible apreciar una mujer contemplando el mar.

En la misma muestra, Castel queda paralizado al contemplar a María en ese estado de conexión entre la joven y su obra, pues, en su naturaleza absolutista, rápidamente Castel concluye que esa será su única posibilidad de lograr conectarse con alguien. Pero pierde a María en la muestra y pasa meses visualizando cómo sería reencontrarla, haciendo hipótesis de todo tipo e incluso planeando cómo entablar conversación en caso de un hipotético encuentro.

Cierto día la ve en la calle; a partir de ese momento (y al cabo de una concreción del encuentro tan enrevesada como Castel mismo) da inicio un paseo de montaña rusa para el lector, quien atestigua, se enfurece, se conduele pero, en general, llega a odiar la circunstancia del pintor y al pintor mismo.

Es que, en realidad, una de las interpretaciones posibles, incluso quizás la que posea un argumento con pedestales más sólidos, sea la que susurra al oído que Castel, al fin de cuentas, no buscaba un escape a su encierro metafórico, sino, y aunque fuera inconscientemente, su búsqueda apuntaba a plasmar en el lienzo de su realidad lo que era la condena de su espíritu, algo muy sutil y poco preciso, ese encierro indecible, y el crimen, que funciona como pasaje para la transmutación de ese encierro, parece más que nada una forma empleada por el pintor para lograr la absolución o el castigo de su propio lado oscuro. A tal conclusión es posible llegar gracias a dos principales elementos:

a. Su búsqueda no tiene que ver con el amor. A pesar de contar con el cariño, la comprensión y la unión física de María (dares mundanos más que románticos), en todo momento la mente de Castel se mantiene con la guardia en alto, inquisitiva, más avocada a castigar las sombras que se advierten en torno a María que a abrazar la luz (poca o mucha) que ella le ofrece:

 

Ahora que puedo analizar mis sentimientos con tranquilidad, pienso que hubo algo de eso en mis relaciones con María y siento que, en cierto modo, estoy pagando la insensatez de no haberme conformado con la parte de María que me salvó (momentáneamente) de la soledad, (102).

 

b. En la cima de su tormento mental, en cuanto se convence de que la comunión definitiva con María es imposible y los pensamientos se acaban para dar lugar al acto, cruza por su mente la idea del suicidio. No obstante, es aquí cuando se advierte que Castel (luego de una disquisición propia de Hamlet) en realidad está obsesionado consigo mismo, puesto que María, en este punto, no es más que una extensión de su yo o, en todo caso, la casa de su espíritu ya en ruinas. Influencia shakespeareana implícita (el ser o no ser de Hamlet, dicho está) en su soliloquio mental, algo muy pertinente al existencialismo:

 

El agua sucia, abajo, me tentaba constantemente: ¿para qué sufrir? El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro [...]. La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede librarse con la muerte, que sería así, una especie de despertar. ¿Pero despertar a qué? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio. A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfección y el dolor que causa su fealdad (...), (84)

 
El síndrome de Otelo y la posesión física como droga
 

La premisa aristotélica del personaje y la trama (Poética, IV A.C.), o, mejor dicho, el hecho de identificarla en este caso, aporta una visión clara de la filosofía de ambas literaturas. Aristóteles decía que era mejor no meterse en la cabeza de los personajes, no desentramar su psicología, sino que había que juzgarlos por sus acciones.

 

De esta manera, personajes secundarios como Yago (Otelo, William Shakespeare) eran imprescindibles para que la acción dejara manifiesto el carácter a la postre inseguro de Otelo. En otras palabras: los celos del moro son propiciados por la voz ponzoñosa de Yago, pero Otelo mismo se muestra, a través de sus acciones, vulnerable a esa voz.

 

En cuanto el escritor comenzó a meterse en la cabeza de sus criaturas, los personajes dejaron de ser la trama para verse sumergidos en ella, y sus acciones dejaron de ser el patrimonio reactivo de las acciones de otros personajes y entonces los entes afligidos por sus propias características psicológicas encarnaron en tinta.

 

Así es que Castel, en lo que parecía una búsqueda de la más altísima comunicación, y de un amor, podría decirse, por poco platónico, termina cosificando a María a causa de los celos. La contemplación de María y de su belleza exterior, y de la belleza espiritual que pudiera tener, se nubla por completo en cuanto el pintor comienza a ser dominado por su personalidad retorcida: las sombras en torno a María, su relación con Allende y con Hunter, su pasado y toda acción presente que Castel no llega a comprender, comienzan a desquiciarlo.
 

Despierta en él, entonces, una manía de control que llega a niveles tan sutiles como enfermizos:
 

Tuve una rara intuición: encendí rápidamente otro fósforo. Tal como lo había intuido, el rostro de María sonreía. Es decir, ya no sonreía, pero había estado sonriendo un décimo de segundo antes, (63)
 

Esta sospecha de Castel a propósito de una sonrisa que creyó adivinar en el rostro de María surge luego de que le preguntara si lo quería, y de pedirle una precisión acerca de su forma de quererlo: «Se puede querer a un perro, a un chico. Yo quiero decir amor, amor verdadero, ¿entendés?», (63). Es entonces que ante una intuición enciende el fósforo y cree descifrar en los rasgos del rostro serio de la joven un rastro de sonrisa reciente. A partir de esta intuición, Castel se atraganta con sus sospechas (teme sobremanera que se lo engañe) y da lugar a una inquisición verbal de las tantas que tendrá con María y consigo mismo.
 

Desde luego, los cuestionamientos crecientes, los celos, las sospechas acerca de qué es lo que María verdaderamente siente por él (y quién es María en verdad) no hacen más que distanciar en lo intrínseco a ambos personajes; víctima de esta circunstancia autoinfringida, Castel busca con desesperación esa conexión espiritual que había sentido alguna vez: paradójicamente, mediante la posesión física.
 

No obstante, la nueva compulsión lleva a nuevas sospechas; estas sospechas van agolpándose en el pasado de María. Pasado que resulta imposible de descifrar para Castel. Sin embargo, parece obstinado en dejar al descubierto una sola verdad: tras su máscara púdica y su superficial pureza, María no es diferente a las putas a las que él mismo suele acudir. "Una cualquiera".
 

Un día la discusión fue más violenta que de costumbre y llegué a gritarle puta. [...], corrí a pedirle perdón, vi que su rostro estaba empapado en lágrimas. (...), le pedí perdón con humildad, lloré ante ella (...). Y eso duró mientras ella mostró algún resto de desconsuelo, pero apenas se calmó (...), empezó a parecerme poco natural que ella no siguiera triste: (...) era sumamente sospechoso que se entregase a la alegría después de haberle gritado una palabra semejante (...), a menos de haber cierta verdad en aquella calificación, (70)
 

No resulta descabellado este paralelismo entre el sexo y la droga al pensar que Castel acude a él para lograr ese éxtasis por cuya concreción se desvive, con su posterior efecto (abstinencia) de vacío, furia y desconexión, en cuanto la conexión física se termina o, pero aun, no bien ciertos pormenores del acto mismo alimentan las sospechas del pintor a propósito del pasado de María.  Respectivamente:
 

(...), lográbamos algunos momentos de comunión. [...] Claro que pagábamos cruelmente esos instantes, porque todo lo que sucedía después parecía grosero o torpe. Cualquier cosa que hiciéramos (hablar, tomar un café) era dolorosa, pues señalaba hasta qué punto eran fugases esos instantes de comunidad, (68,69).
 

Las horas que pasamos en el taller son horas que nunca olvidaré. Mis sentimientos, durante todo ese tiempo, oscilaron entre el amor más puro y el odio más desenfrenado, ante las contradicciones y las inexplicables actitudes de María; de pronto me acometía la duda de que todo era fingido. Por momentos parecía una adolescente púdica y de pronto se me ocurría que era una mujer cualquiera, y entonces un largo cortejo de dudas desfilaba por mi mente: ¿dónde? ¿cómo? ¿quiénes? ¿cuándo?, (67)
 

Sabato manifiesta en el ensayo El escritor y sus fantasmas que, en un principio, El túnel concentraba su potencia en el tratamiento del grado de incomunicación que puede llegar a sufrir una persona, pero que la narración fue derivando hacia los temas del sexo, los celos y el crimen. Explica esta derivación arguyendo que "los seres humanos no pueden representar nunca las angustia metafísicas al estado de puras ideas, sino que lo hacen encarándolas, oscureciéndolas con sus sentimientos y pasiones [...]. Las ideas metafísicas se convierten así en problemas psicológicos, la soledad metafísica se transforma en el aislamiento de un hombre concreto en una ciudad bien determinada, la desesperación metafísica se transforma en celos, y la novela o relato que estaba destinado a ilustrar aquel problema termina siendo el relato de una pasión y de un crimen. Castel trata de apoderarse de la realidad-mujer mediante el sexo. Empeño vano".
 

Tal empaño es, en efecto, vano para este propósito en particular. Pero como en este caso se trata de una historia cuyo corazón late al ritmo de la psicología de su protagonista, sería incluso recriminable no ejecutar el bisturí sobre la piel de estas acciones, de estos empeños, para tratar de descubrir sus causas y consecuencias.
 

Desde el principio y a lo largo de la historia, Castel, sus pensamientos y su realidad, dejan un par de evidencias que deben llevarse a juicio: por un lado, el pintor vive sin tener consciencia de la temporalidad. Es aquí y ahora lo único relevante, y ni para bien ni para mal echa un vistazo al futuro, al largo plazo. No hace referencia a objetivos personales, no visualiza ni cielos ni infiernos posibles, no da señas de desear algo más en la vida que no sea satisfacer sus necesidades primarias (trascendentales y mundanas) en ese aquí y ahora. Por otro lado, sus rechazos y su sensibilidad extrema («(...), en general, la humanidad me pareció siempre detestable»), enseguida lo ubican dentro de un túnel que lo mantiene separado del ancho mundo, y en el marco de esta soledad en que ni siquiera el don artístico resulta una compañía, Castel aparece como un ente sin vida propia, alguien incapaz de sobrellevar una existencia autosuficiente, ni de obtener una perspectiva de su realidad que acaso no resulte tan dramática y absolutista.
 

Visto el mapa de su personalidad de manera integral: Castel sabe que no será feliz nunca, y se produce un reparto de culpas y castigos. A nivel consciente, quizás culpa al mundo de ser grotesco, hipócrita, banal, etcétera. Así es que cuando pone el mundo en la persona de María, lleva a cabo su ajusticiamiento mediante el crimen (ante la imposibilidad de destruir el mundo, más teniendo en cuenta que el mundo se puede destruir cometiendo suicidio). Mientras tanto, a nivel inconsciente, Castel echa las culpas sobre sí mismo: él es quien no puede adoptar otra óptica de la realidad y él es quien no es diferente a la mayoría de los seres humanos (según él mismo reconoce). Fácil es dilucidar, pues, la razón por la cual no termina destruyendo el mundo real (no se suicida) y aquella que lo lleva a entregarse a su encierro sin resistencia: quizás como una forma de redención, un castigo que pudiera saborear, que pudiera sufrir de manera concreta ya sin la ambigüedad de su encierro anterior. Castel quiere pagar por los delitos contra sí mismo, en realidad. María no fue más que un efecto colateral.
 

Castel, si se pudiera decir, es el único alumno de una escuela cuyas clases son dictadas por fantasmas del pasado; este "alumno" no presta atención durante el horario de clase, pues vive atormentado al pensar en la hora del recreo.  
 

CAPÍTULO II: Aspectos generales
 

El túnel es la primera novela que Sabato publicó. El escritor, en el "Interrogatorio Preliminar" del ensayo El escritor y sus fantasmas, confiesa que el hecho de escribir novelas le resulta sumamente dificultoso; dice: "Me atormenta mucho, no es un goce ni un pasatiempo". A pesar de esta falta de placer a la hora de trabajar en una novela, Sabato considera que en la ficción, con respecto al ensayo, puede establecer una mayor autenticidad en cuanto a los temas que trate. Esto se debe, sobre todo, a que en la ficción le es posible apelar a diferentes puntos de vista a propósito de la realidad según cada personaje. Asimismo, el triángulo compuesto por autor, narrador y personaje, da la posibilidad de exponer de manera verosímil y armónica todos los procesos tempestuosos que el existencialismo se propone desvelar en su intento de mostrar al hombre moderno su vacío existencial.  
 
Opinando en general acerca de la novela del siglo XX, Sabato afirma que esta "no solo da cuenta de una realidad más compleja y verdadera que la del siglo pasado, sino que ha adquirido una dimensión metafísica que no tenía. La soledad, el absurdo y la muerte, la esperanza y la desesperación son temas perennes de toda la gran literatura. Pero es evidente que se ha necesitado esta crisis general de la civilización para que adquieran su terrible vigencia".

 
Resalta también, como se ha mencionado anteriormente en el presente trabajo, la importancia que adquiere el lector; un lector que está mucho más cerca de ejercer un rol activo. El lector forma parte de la historia en cuanto una parte de sí adquiere empatía o identificación con las vivencias de los personajes. Esto queda particularmente acentuado cuando el narrador es en primera persona: el yo narrador puede, en algún punto, fusionarse con el yo lector.
 

La novelística del siglo XX intenta llevar a cabo una especie de cacería de brujas, una inquisición del hombre moderno y sus fantasmas, su verdadera psicología, aquella de la postguerra, infectada (o bendecida, según el caso) por nuevas cuestiones y dilemas a propósito de la vida, la muerte y el sentido en general. De esta manera, el escritor indaga el bien, pero sobre todo el mal en sus protagonistas, desde enfoques psicológicos, sociales, religiosos y cuantos otros puedan ayudarlo a poner en ficción verdaderos ensayos metafísicos.
 
 
En este sentido esta novelística busca asimismo la universalidad (el borgiano "un hombre es todos los hombres"): "Pero lo paradojal es que el arte y la literatura trascienden el yo por medio de su profundización. Mediante esta dialéctica existencial alcanzamos lo universal a través de lo individual: cuando he sentido y expresado a fondo mis sentimientos más profundos, cada uno de los lectores se sentirá tocado por sus propios problemas. [...] ¿Qué hombres más opuestos que un obrero y un capitalista? Una novela sociológica no pasará nunca de sus diferencias. Pero si ahondamos suficientemente en ambos frente a una situación límite, como puede ser un naufragio, los dos revelarán, por debajo de las costumbres y las relaciones sociales la esencialmente idéntica `condición humana´ ante la muerte. ¿Y qué es esta época sino una especie de naufragio?" (de El escritor y sus fantasmas). 
 

Los simbolismos y la importancia del cuadro Maternidad

 
 "...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío".

 
Tanto el epígrafe como el título dan cuenta de esta metáfora que Castel encuentra para retratar, de una forma que pueda visualizar y hacer visualizar, qué es lo que esperaba de la vida y qué es, finalmente, lo que la vida termina resultando.
 

Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos (...), para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían unido y que la hora del encuentro había llegado, (136).

 
Así describe Castel lo que fuera su mayor esperanza, aquello que parecía haberse concretado al encontrarse con María en la vida, luego de que ambos llevaran existencias paralelas, que hubieran llegado hasta allí viajando por túneles paralelos, sin importarles el resto del mundo. Pero en la misma reflexión, Castel acepta su ingenuidad, abraza el lado realista de la existencia.
 

¡Qué estúpida ilusión mía había sido todo esto! No, los pasadizos seguían paralelos como antes, [...] toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida, (136,137).
 

 En su metáfora, ubica a María junto al común de la gente, y se distancia definitivamente de ella:
 

Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles (...). Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad, (137).

 
Desde el ángulo de la premisa que funciona como motor de este trabajo (Castel se odia a sí mismo por ser, en la esencia, igual a cualquier otro, aunque con el grave defecto de no poder gozar como cualquier otro, y la búsqueda de la autopunición) se puede afirmar que el pintor, con estos últimos pensamientos metafóricos, no hace más que ponerse un pedestal por debajo de la "gente común", ocultando su derrota tras una tácita adjetivación aplicada a sí mismo: trascendental. Se entrevé cuando habla de una vida "curiosa y absurda en la que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad" con tono inquisitivo, como si tales actividades y condiciones fueran pecados que ameritaran condenación eterna. En cambio, él parece orgulloso de ser el único tunelista, una suerte de mesías (vano) en un universo vulgar, falso, frívolo.
 

El cuadro Maternidad

 
Yendo hacia atrás encontramos el posible (al cabo, trunco) cruce de túneles: la pequeña ventana en el cuadro Maternidad.

 
Encuentro que esta imagen (la de la ventana) es una metáfora de la metáfora del túnel: el cuadro pareciera mostrar dos dimensiones: el primer plano, la mujer y la niña; plano al que asigno la representación del "ancho mundo", o "lo que los críticos (la gente) tiene la capacidad de ver y analizar: lo superficial".
 

En un segundo plano está la ventana a través de la cual puede verse la mujer que, a su vez, contempla el mar. La ventana es el túnel; María ve en esta ventana a Castel (al final Castel describe, en su metáfora, que su túnel tenía ventanas, y que de cuando en cuando la única comunicación que tenía con María se daba a través de estas ventanas), ve lo mismo que Castel: la espera y la desesperanza, y la soledad.

 
Un aspecto no menor acerca de Maternidad es esa confesión que hace Castel a través del propio cuadro: está aislado, y desespera pero (¿acaso es él la mujer en la playa?) la mirada apuntada al mar también implica cierta abnegada esperanza. Por tanto, y en el cuadro como en el sueño, que el hacedor es el protagonista y cada uno de los personajes que aparece, pareciera probable que la parte más auténtica de Castel que pudiera encontrarse en el cuadro, fuera la mujer en la playa. Cualquier otra idea (por ejemplo, que Castel se viera del otro lado de las aguas y esperase un llamado de la mujer en la playa para acudir a su rescate) sería, tal vez, demasiado intrincada.

 
María
 

Acaso el personaje de María sea el elemento que aporte más simbolismos a partir de su indescifrable ser, sus múltiples facetas que dan lugar a posibles múltiples interpretaciones.

 
"María o "Miriam", son nombres de origen hebreo. Y aunque la etimología del nombre es materia de debate y se le atribuyen a éste diversos orígenes, cabe destacar algunos que pudieron haber conectado a Sabato con lo que buscaba en su personaje: Miriam, por ejemplo, aparece en el libro bíblico del Éxodo como la hermana de Moisés. Investigadores proponen una derivación de la raíz mrh que significa "rebelarse", haciendo alusión a cómo Miriam protesta contra Moisés. Además se vincula con la raíz mra: "obesa" y, por extensión: "bella". También en hebreo existe la palaba mara(h) -amargura- (uno de los atributos que más resalta en la señorita Iribarne). En la actualidad, en cambio, se mira mayormente a una raíz egipcia en la que Miriam derivaría de mr: "amor", bajo la forma mry: "amada".
 

Más allá de esta etimología, no es posible soslayar el hecho de que María es el nombre de la madre de la Humanidad (según el catolicismo) y que, desde el infantil absolutismo de Castel, se puede entrever que María representa una de las dos partes de esa relación, en efecto, absoluta, que se da entre una madre y su niño (todavía como una extensión de la madre más que como un individuo autosuficiente). Esto haría más notoria la hipótesis de que Castel es a partir de un otro, pero nunca de sí mismo.

 
Allende y su ceguera
 
No es casual que Allende, el esposo de María, fuera ciego.

 
Allende es el esposo de María; sin dudas quien menos sufre la condición de María, a la vez que resulta el más afectado por su muerte (se suicida). Basta con leer El informe sobre ciegos, de Sabato, e incluso la opinión que Castel tiene de los ciegos -«(...); debo confesar ahora que los ciegos no me gustan nada y que siento delante de ellos una impresión semejante a la que me producen ciertos animales, fríos, húmedos y silenciosos, como las víboras» (52)-, para entender hasta qué punto Allende tendría desarrollado cierto instinto, una videncia de la que Castel carecía, e incluso una postura que el convencionalismo de una sociedad calificaría de "enfermiza", cuando se sugiere que tal vez Allende disfrutara con la conducta errática de su esposa (la carta que Allende mismo entrega a Castel de parte de María).
 

Al final, el "insensato" que Allende le espeta a Castel cuando el pintor le cuenta el crimen, podría verse de esta forma: un ciego camina junto al río y recoge una piedra; luego de juguetear con ella un rato la arroja al agua. Poco después, aparece un hombre y le pregunta si por casualidad no ha hallado un diamante. El ciego acepta que tiró una piedra al río. El hombre lo llama "insensato", pues el ciego no hizo más que perder para siempre su diamante. 
 
CAPÍTULO III: La novelística del Siglo XX

 
El túnel reúne las características generales de la novelística del siglo XX. El yo (Castel) ocupa un papel más que central, casi se podría jugar con la idea de que se trata de una novela unipersonal: valiéndose de la intersubjetividad, todo personaje que no sea Castel aparece completamente indescifrable, ambiguo, onírico incluso, ya que estos son creados ni más ni menos que por la visión o la opinión que el narrador tiene de ellos. Nadie aparece retratado objetivamente (quizás Hunter y Mimí sean de las baldosas más sólidas en ese camino subjetivo e intrincado que es la historia), y sin dudas es María quien representa la parte más emblemática de esta óptica que intento demostrar: aparece como un desdoblamiento del propio Castel, como su alter ego, tanto que si Sabato hubiera escrito un desenlace en el cual Castel asesinara a María y, de pronto, se diera cuenta de que en realidad se estuviera suicidando (en una especie de pseudotributo a Oscar Wilde y El retrato de Dorian Grey), hubiera sido sorpresivo pero de ninguna forma desatinado.

 
A propósito del yo y de la herramienta que encuentra el escritor en la Psicología, otra de las características presentes en esta novelística es la del inconsciente. Este factor queda explícito en cuanto Castel revé sus sueños y participa de ellos (y de su interpretación) al lector:
 

Tuve este sueño: visitaba de noche una vieja casa solitaria. Era una casa en cierto modo conocida e infinitamente ansiada por mí desde la infancia, de manera que al entrar en ella me guiaban algunos recuerdos. Pero a veces me encontraba perdido en la oscuridad o tenía la impresión de enemigos escondidos que podían asaltarme por detrás o de gentes que cuchicheaban y se burlaban de mí, de mi ingenuidad. [...] Cuando me desperté, comprendí que la casa del sueño era María, (58).
 

Con respecto a la temporalidad, puede notarse cómo se encuentra marcada por los vaivenes emocionales y psicointelectivos del protagonista (con su decisión de saltearse la narración de ciertos hechos por considerarlos demasiado dolorosos o porque simplemente carecen de relevancia), pero vemos en el texto que es posible que transcurran meses en el marco de unas pocas líneas mientras que un único momento puede requerir incluso más de un capítulo.

 
Por supuesto, la soledad y los intentos malogrados de comunicarse, son el caballo de Troya de Sabato para internarse en el existencialismo desde lo trascendental, y en lo más humano de los celos y el sexo como medio más que como fin: las relaciones sexuales que Castel mantiene con María no parecen resultado de un amor puro, sino, más bien, una herramienta que Castel utiliza para buscar el amor de María, o para indagar cuál es la verdad acerca de este amor.  
 

CAPÍTULO IV: Ernesto Sabato; vida, literatura y pensamiento
 

Nacido en la localidad de Rojas, provincia de Buenos Aires, Argentina, Sabato se doctoró en física en la Universidad de La Plata e inició su carrera como investigador científico en París, becado para trabajar en Curie, el famoso laboratorio. Y fue en París que entabló amistad con escritores y pintores del surrealismo. Tuvo una relación especial con André Breton, quien alentó la vocación literaria de Sabato. En la capital francesa el escritor escribió su primera novela, La fuente muda, aunque de este trabajo apenas sí sería publicado un fragmento en la revista Sur.

 
En 1945 regresó a Argentina y comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional de La Plata, aunque su postura antiperonista y unos artículos que escribió contra el gobierno del General, lo llevaron a abandonar su actividad como profesor en cuanto le quitaron la cátedra.
 

Ese mismo año publicó el ensayo Uno y el Universo: era una crítica al reduccionismo en el que el enfoque científico de la época recaía. Este ensayo anticipaba, en buena medida, los rasgos fundamentales de su producción: brillantez expositiva, introspección, psicologismo y grandilocuencia retórica.

 
Su carrera literaria estuvo influida desde el principio por el experimentalismo y por el alto contenido intelectual de sus obras, marcadas por una problemática de raíz existencialista.

 
Sin dudas, su obra más exitosa fue Sobre héroes y tumbas, cuya edición definitiva data de 1966. La compleja construcción de esta novela, y los diversos registros del habla rioplatense que el autor plasma en ella, se apartan del tecnicismo formal largamente. La pericia narrativa de Sabato consiste en que el lector no se percate de las evidentes dificultades compositivas que supone la historia de la joven Alejandra y, a través de ella, la del país.
 

En esta obra destaca, particularmente, el capítulo "Informe sobre ciegos"; éste contaba con tal autonomía que podía ser leído más allá de la novela.

Sobre héroes y tumbas tuvo un éxito de público impresionante, que acabó por convertir al autor en una autoridad moral dentro de la sociedad argentina, una suerte de formador de opinión que, por paradójico que parezca, al asumir ese papel se fue alejando más y más de la actividad literaria.

 
Su tercera novela, Abaddón el exterminador (1974), tiene como eje consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino, su condición "babilónica" y su presente, que adquieren en la novela una dimensión surrealista en que se funden realidad y ficción en el marco de un enfoque apocalíptico.

 
A partir de la década de 1970 Sabato dejó un poco en el camino al escritor y comenzó a representar una conciencia moral que actuaba como un llamado de alerta en una época que él calificó de "sombría".

 
Esa identificación entre Sabato y la autoridad ética se reforzó durante su labor como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), para la que fue designado en 1983 por Raúl Alfonsín. Los años que dedicó a investigar "el infierno" de la represión que tuvo lugar durante el gobierno de facto, no le dejaron aliento ni espacio para la literatura, según sus palabras. Las conclusiones de la comisión quedaron registradas en el llamado Informe Sabato.

 
En 1984 fue galardonado con el Premio Cervantes.
 
Falleció en la localidad de Santos Lugares el 30 de abril de 2011, a los 99 años.

 
Bibliografía del escritor

 
Novelas

·         El túnel (1948)

·         Sobre héroes y tumbas (1961)

·         Abaddón el exterminador (1974)

Ensayos

·         Uno y el universo (1945)

·         Hombres y engranajes (1951)

·         Heterodoxia (1953)

·         El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa. Carta abierta al general Aramburu (1956)

·         El otro rostro del peronismo (1956)

·         El escritor y sus fantasmas (1963)

·         Tango, discusión y clave (1963)

·         Romance de la muerte de Juan Lavalle. Cantar de Gesta (1966)

·         Significado de Pedro Henríquez Ureña (1967)

·         Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968)

·         La cultura en la encrucijada nacional (1973)

·         Diálogos con Jorge Luis Borges (1976)

·         Apologías y rechazos (1979)

·         Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina (1979)

·         Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (1985)

·         Entre la letra y la sangre (1988)

·         Antes del fin (1999)

·         La Resistencia (2000)

·         España en los diarios de mi vejez (2004)  

 
CONCLUSIÓN

Sabato logró, con El túnel, estampar una de las obras más sólidas (aunque él, tal vez, hubiese odiado tal adjetivo) en el muro de la novelística del Siglo XX.


El excelso tratamiento de la soledad y de la incomunicación, la muerte puesta bajo la mirada de la idea de suicidio y la muerte como paradójico intento de unión definitiva a través del asesinato, la cuestión del ser o no ser y una sumersión profunda hacia el mundo sin sentido y sus máscaras, conforman el retrato perfecto de la novela metafísica que, en el caso de El túnel, fluye entre los temas más terrenales de celos, sexo y crimen de manera tal que el lector se transforma en un Castel que, simplemente, no puede detenerse en su propia vorágine, se ve obligado a llegar al final de la historia (que ya sabe cuál será), respirando los porqué mientras bucea por ese mismo túnel, y termina, sin saberlo, habiendo leído un ensayo cubierto tras una perfecta máscara de ficción.

 
Es mi parecer que Sabato, como otros novelistas de esta corriente, se propuso mostrar al lector la parte más oscura que éste pudiera guardar, siempre en las márgenes de los relativo, desde luego. Pero tal fue su propuesta, y personalmente, considero que su éxito debió ser rotundo: el lector termina despreciando a Castel; ergo, termina despreciando esa parte oscura inherente a la mayoría de los seres humanos, esa parte propia, casi nunca desvelada y, cuando desvelada, casi siempre vergonzante.

S.R.B.C.