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viernes, 22 de febrero de 2013

Análisis de "El túnel" (Ernesto Sabato)


1. Introducción

Juan Pablo Castel es un pintor tan atormentado por su soledad como por establecer contacto con lo que para él hubiera sido su "alma gemela", el entrecruzamiento de dos túneles, de dos seres ajenos al mundo abierto.

A través de Maternidad, una obra plástica de Castel, ese destino que parecía imposible encuentra un resquicio por el cual colarse hasta el corazón del pintor: María, una joven de espíritu indescifrable, ve en el cuadro Maternidad un detalle que le fascina, el mismo detalle que había fascinado al mismo creador de la obra. Es a partir de ese momento que Castel se obsesiona con María, una obsesión que terminará con el crimen de la joven a manos del pintor.

En el marco de una aproximación de Ernesto Sabato casi ensayística (no por la forma, sino por el contenido) a propósito de la soledad, el amor, los celos y la existencia del ser humano como ser social, El túnel tiene la forma de una obra cuya suma de contenidos da por resultado un género algo distante del que, parece, prevalecerá a partir del primer capítulo: no será un policial, a pesar de que Sabato impone a su protagonista comenzar la historia confesando el crimen que cometerá en dos equinoccios: en el de la historia misma por un lado, y en el equinoccio de la personalidad doble de Juan Pablo Castel: mientras que en el inicio, al confesar su crimen y, a la vez, convertir al lector en una suerte de cómplice pasivo, aparece su faceta fría y coherente, en el final se descubre el monstruo pasional oculto tras los pensamientos lógicos y la mente calculadora.

Tampoco se encuentra el lector con una novela de misterio, ya que el personaje de María, más allá de su lado oscuro, no llega nunca a ser eje de la historia, puesto que el personaje mismo es creado por el narrador (Castel) a través del crisol de sus propias apreciaciones lingüísticas y paralingüísticas de María.

En cambio, sí es fácil decir que se trata de una novela psicológica y metafísica; todo pasa por los pensamientos, los sentimientos y los amores nacidos de los odios de Castel. En este sentido, la utilización de la primera persona acaba siendo determinante.


CAPITULO I: la historia

Sinopsis

Juan Pablo Castel, un pintor con problemas para comunicarse con la gente,  en una de sus muestras ve a María, una muchacha misteriosa que queda atónita en la contemplación de la escena de un cuadro de Castel.

Castel, entonces, se maravilla con María, ya que ella ha sido la única que ha prestado atención a ese detalle, el cual él considera como un puente para la conexión entre dos personas: él estaba esperando en uno de los extremos; María parece ser la persona que ha aparecido en el otro, entonces la conexión se vislumbra posible.

A partir de ese momento Castel y María inician un tormentoso romance, en el transcurso del cual Castel irá sucumbiendo a sus propios fantasmas psicológicos, a medida que descubrirá que María no era todo lo pura que pudo haber creído.

Los celos, la incomunicación y el terror a la soledad, llevan a que Castel, finalmente, asesine a María.

El entorno de María: personajes

·         Allende (también Adv.Cult., más allá de): esposo de María. Es ciego y aparece como un hombre culto, sosegado y sociable. La posibilidad más viable indica que sería consciente de los engaños de su esposa, y que los aceptaría a cambio de lo que su esposa podía darle a él. Al final, cuando Castel le confiesa que María está muerta, se suicida.

·         Hunter (inglés, cazador): primo y, se sugiere, amante de María. Descrito como frívolo y mujeriego, es el principal disparador de los celos de Castel. De hecho, Castel decide matar a María cuando se entera de que ella ha preferido, en cierto momento, encontrarse con Hunter y no con él.

·         Richard: examante de María; no tiene un rol activo en la historia, pero la alusión a su pasado (María le habla de él a Castel, le comenta de unas cartas, y así Castel continúa urdiendo su trama de locura), y el hecho de que se hubiera suicidado, resulta una pieza importante en ese rompecabezas abstracto cuya imagen final acaba enloquecer a Castel.
Análisis

Publicada en 1948, El túnel es una pieza emblemática de la corriente de los nuevos novelistas latinoamericanos que, en el siglo XX, sumergieron al hombre en su realidad, un ente en su entorno natural, el de la sociedad y el de las vicisitudes que la vida social depara a su fauna.  

A partir del uso de la primera persona, los autores reflejan el tormento del hombre moderno, sus fantasmas, sus ambigüedades y las temáticas de la soledad, la muerte y de una existencia carente de sentido. De esta forma ponen al lector como uno de los actores principales de esta nueva corriente, como parte de esa realidad retratada mediante el cosmos psicológico de sus personajes, sus sistemas internos con sus órbitas de pensamientos y torturas.

Dicha tendencia queda perfectamente reflejada en estas palabras de Moreli: «Por lo que a mí respecta, me pregunto si alguna vez conseguiré hacer sentir que el verdadero y único personaje que me interesa es el lector, en la medida en que algo de lo que escribo debería contribuir a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo, a enajenarlo».

Esta búsqueda de los novelistas latinoamericanos por insertar de alguna manera al lector en sus obras, como se ha mencionado, decanta en el uso de una primera persona que permite ponerse en los zapatos del protagonista o, al menos, en una suerte de confidente (algo muy presente en El túnel, en cuanto Castel "se nos confiesa" y se molesta, todo el tiempo, en aclararnos sus acciones, y en justificar sus pensamientos, aunque él mismo diga que le importa un bledo lo que piensen de él).

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne, (Sabato, 2012: 7).

Así, de manera tan incisiva, tan directa, Sabato, a través de su personaje principal, el pintor Juan Pablo Castel, comienza la trama de El túnel (1948, Editorial Sur). Trama que no se enreda en ningún momento, por otra parte. No hay lazos que el lector deba desenmarañar; el devenir de los hechos es la creación exclusiva de la mente convulsionada de Castel, así como el aumento de la tensión y la comprensión del argumento por parte del lector: parece evidente que Castel es victimario, pero sin dudas también es víctima de sí mismo. Y su imposibilidad para comunicarse con el mundo, en principio metafórica, termina teniendo forma material cuando al final de todo el pintor nos habla desde atrás de unos barrotes, consumado su crimen.

La comunicación y la motivación

El personaje de Castel se nos presenta como profundamente atormentado no por un pasado específico, un trauma explicado o siquiera una alusión que se disponga a sugerir, sino por su sensibilidad de artista. Hablando de sí mismo, Castel explica cómo una simple noticia, un gesto de otra persona, una palabra poco feliz podían dejarlo "aplastado" o provocarle una revulsión masiva al punto de quitarle el apetito.

Su lista de aversiones es extensa y va de lo más trivial a lo más trascendental de la condición humana. En este punto supondría un acierto hacer notar que uno de sus principales rechazos estaba dirigido hacia lo que bien podría haber sido parte importante de su vida: el círculo conformado por artistas, críticos y gente aficionada al arte. Así explica se explica:

Yo nunca iba a salones de pintura. Puede parecer muy extraña esa actitud en un pintor; [...]. Realmente, en este caso hay más de una razón. Diré, antes que nada, que detesto los grupos, las sectas, las cofradías, los gremios y en general esos conjuntos de bichos que se reúnen por razones de profesión, de gusto o de manía semejante. Esos conglomerados tienen una cantidad de atributos grotescos: la repetición del tipo, la jerga, la vanidad de creerse superiores al resto, (15).

De esta manera, cierra la puerta a la habitación principal de lo que podría decirse "la casa de su vida" (más adelante se hará énfasis en un sueño en el cual Castel se encontraba en una casa; luego se daba cuenta de que la casa representaba a María).

Sin embargo será precisamente en una muestra de pintura el lugar en el que quedará prendado de María, si bien, y también precisamente, porque María era la única que se había concentrado en la confesión oculta en el cuadro Maternidad: la pequeña ventana tras la cual era posible apreciar una mujer contemplando el mar.

En la misma muestra, Castel queda paralizado al contemplar a María en ese estado de conexión entre la joven y su obra, pues, en su naturaleza absolutista, rápidamente Castel concluye que esa será su única posibilidad de lograr conectarse con alguien. Pero pierde a María en la muestra y pasa meses visualizando cómo sería reencontrarla, haciendo hipótesis de todo tipo e incluso planeando cómo entablar conversación en caso de un hipotético encuentro.

Cierto día la ve en la calle; a partir de ese momento (y al cabo de una concreción del encuentro tan enrevesada como Castel mismo) da inicio un paseo de montaña rusa para el lector, quien atestigua, se enfurece, se conduele pero, en general, llega a odiar la circunstancia del pintor y al pintor mismo.

Es que, en realidad, una de las interpretaciones posibles, incluso quizás la que posea un argumento con pedestales más sólidos, sea la que susurra al oído que Castel, al fin de cuentas, no buscaba un escape a su encierro metafórico, sino, y aunque fuera inconscientemente, su búsqueda apuntaba a plasmar en el lienzo de su realidad lo que era la condena de su espíritu, algo muy sutil y poco preciso, ese encierro indecible, y el crimen, que funciona como pasaje para la transmutación de ese encierro, parece más que nada una forma empleada por el pintor para lograr la absolución o el castigo de su propio lado oscuro. A tal conclusión es posible llegar gracias a dos principales elementos:

a. Su búsqueda no tiene que ver con el amor. A pesar de contar con el cariño, la comprensión y la unión física de María (dares mundanos más que románticos), en todo momento la mente de Castel se mantiene con la guardia en alto, inquisitiva, más avocada a castigar las sombras que se advierten en torno a María que a abrazar la luz (poca o mucha) que ella le ofrece:

 

Ahora que puedo analizar mis sentimientos con tranquilidad, pienso que hubo algo de eso en mis relaciones con María y siento que, en cierto modo, estoy pagando la insensatez de no haberme conformado con la parte de María que me salvó (momentáneamente) de la soledad, (102).

 

b. En la cima de su tormento mental, en cuanto se convence de que la comunión definitiva con María es imposible y los pensamientos se acaban para dar lugar al acto, cruza por su mente la idea del suicidio. No obstante, es aquí cuando se advierte que Castel (luego de una disquisición propia de Hamlet) en realidad está obsesionado consigo mismo, puesto que María, en este punto, no es más que una extensión de su yo o, en todo caso, la casa de su espíritu ya en ruinas. Influencia shakespeareana implícita (el ser o no ser de Hamlet, dicho está) en su soliloquio mental, algo muy pertinente al existencialismo:

 

El agua sucia, abajo, me tentaba constantemente: ¿para qué sufrir? El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro [...]. La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede librarse con la muerte, que sería así, una especie de despertar. ¿Pero despertar a qué? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio. A pesar de todo, el hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere finalmente soportar su imperfección y el dolor que causa su fealdad (...), (84)

 
El síndrome de Otelo y la posesión física como droga
 

La premisa aristotélica del personaje y la trama (Poética, IV A.C.), o, mejor dicho, el hecho de identificarla en este caso, aporta una visión clara de la filosofía de ambas literaturas. Aristóteles decía que era mejor no meterse en la cabeza de los personajes, no desentramar su psicología, sino que había que juzgarlos por sus acciones.

 

De esta manera, personajes secundarios como Yago (Otelo, William Shakespeare) eran imprescindibles para que la acción dejara manifiesto el carácter a la postre inseguro de Otelo. En otras palabras: los celos del moro son propiciados por la voz ponzoñosa de Yago, pero Otelo mismo se muestra, a través de sus acciones, vulnerable a esa voz.

 

En cuanto el escritor comenzó a meterse en la cabeza de sus criaturas, los personajes dejaron de ser la trama para verse sumergidos en ella, y sus acciones dejaron de ser el patrimonio reactivo de las acciones de otros personajes y entonces los entes afligidos por sus propias características psicológicas encarnaron en tinta.

 

Así es que Castel, en lo que parecía una búsqueda de la más altísima comunicación, y de un amor, podría decirse, por poco platónico, termina cosificando a María a causa de los celos. La contemplación de María y de su belleza exterior, y de la belleza espiritual que pudiera tener, se nubla por completo en cuanto el pintor comienza a ser dominado por su personalidad retorcida: las sombras en torno a María, su relación con Allende y con Hunter, su pasado y toda acción presente que Castel no llega a comprender, comienzan a desquiciarlo.
 

Despierta en él, entonces, una manía de control que llega a niveles tan sutiles como enfermizos:
 

Tuve una rara intuición: encendí rápidamente otro fósforo. Tal como lo había intuido, el rostro de María sonreía. Es decir, ya no sonreía, pero había estado sonriendo un décimo de segundo antes, (63)
 

Esta sospecha de Castel a propósito de una sonrisa que creyó adivinar en el rostro de María surge luego de que le preguntara si lo quería, y de pedirle una precisión acerca de su forma de quererlo: «Se puede querer a un perro, a un chico. Yo quiero decir amor, amor verdadero, ¿entendés?», (63). Es entonces que ante una intuición enciende el fósforo y cree descifrar en los rasgos del rostro serio de la joven un rastro de sonrisa reciente. A partir de esta intuición, Castel se atraganta con sus sospechas (teme sobremanera que se lo engañe) y da lugar a una inquisición verbal de las tantas que tendrá con María y consigo mismo.
 

Desde luego, los cuestionamientos crecientes, los celos, las sospechas acerca de qué es lo que María verdaderamente siente por él (y quién es María en verdad) no hacen más que distanciar en lo intrínseco a ambos personajes; víctima de esta circunstancia autoinfringida, Castel busca con desesperación esa conexión espiritual que había sentido alguna vez: paradójicamente, mediante la posesión física.
 

No obstante, la nueva compulsión lleva a nuevas sospechas; estas sospechas van agolpándose en el pasado de María. Pasado que resulta imposible de descifrar para Castel. Sin embargo, parece obstinado en dejar al descubierto una sola verdad: tras su máscara púdica y su superficial pureza, María no es diferente a las putas a las que él mismo suele acudir. "Una cualquiera".
 

Un día la discusión fue más violenta que de costumbre y llegué a gritarle puta. [...], corrí a pedirle perdón, vi que su rostro estaba empapado en lágrimas. (...), le pedí perdón con humildad, lloré ante ella (...). Y eso duró mientras ella mostró algún resto de desconsuelo, pero apenas se calmó (...), empezó a parecerme poco natural que ella no siguiera triste: (...) era sumamente sospechoso que se entregase a la alegría después de haberle gritado una palabra semejante (...), a menos de haber cierta verdad en aquella calificación, (70)
 

No resulta descabellado este paralelismo entre el sexo y la droga al pensar que Castel acude a él para lograr ese éxtasis por cuya concreción se desvive, con su posterior efecto (abstinencia) de vacío, furia y desconexión, en cuanto la conexión física se termina o, pero aun, no bien ciertos pormenores del acto mismo alimentan las sospechas del pintor a propósito del pasado de María.  Respectivamente:
 

(...), lográbamos algunos momentos de comunión. [...] Claro que pagábamos cruelmente esos instantes, porque todo lo que sucedía después parecía grosero o torpe. Cualquier cosa que hiciéramos (hablar, tomar un café) era dolorosa, pues señalaba hasta qué punto eran fugases esos instantes de comunidad, (68,69).
 

Las horas que pasamos en el taller son horas que nunca olvidaré. Mis sentimientos, durante todo ese tiempo, oscilaron entre el amor más puro y el odio más desenfrenado, ante las contradicciones y las inexplicables actitudes de María; de pronto me acometía la duda de que todo era fingido. Por momentos parecía una adolescente púdica y de pronto se me ocurría que era una mujer cualquiera, y entonces un largo cortejo de dudas desfilaba por mi mente: ¿dónde? ¿cómo? ¿quiénes? ¿cuándo?, (67)
 

Sabato manifiesta en el ensayo El escritor y sus fantasmas que, en un principio, El túnel concentraba su potencia en el tratamiento del grado de incomunicación que puede llegar a sufrir una persona, pero que la narración fue derivando hacia los temas del sexo, los celos y el crimen. Explica esta derivación arguyendo que "los seres humanos no pueden representar nunca las angustia metafísicas al estado de puras ideas, sino que lo hacen encarándolas, oscureciéndolas con sus sentimientos y pasiones [...]. Las ideas metafísicas se convierten así en problemas psicológicos, la soledad metafísica se transforma en el aislamiento de un hombre concreto en una ciudad bien determinada, la desesperación metafísica se transforma en celos, y la novela o relato que estaba destinado a ilustrar aquel problema termina siendo el relato de una pasión y de un crimen. Castel trata de apoderarse de la realidad-mujer mediante el sexo. Empeño vano".
 

Tal empaño es, en efecto, vano para este propósito en particular. Pero como en este caso se trata de una historia cuyo corazón late al ritmo de la psicología de su protagonista, sería incluso recriminable no ejecutar el bisturí sobre la piel de estas acciones, de estos empeños, para tratar de descubrir sus causas y consecuencias.
 

Desde el principio y a lo largo de la historia, Castel, sus pensamientos y su realidad, dejan un par de evidencias que deben llevarse a juicio: por un lado, el pintor vive sin tener consciencia de la temporalidad. Es aquí y ahora lo único relevante, y ni para bien ni para mal echa un vistazo al futuro, al largo plazo. No hace referencia a objetivos personales, no visualiza ni cielos ni infiernos posibles, no da señas de desear algo más en la vida que no sea satisfacer sus necesidades primarias (trascendentales y mundanas) en ese aquí y ahora. Por otro lado, sus rechazos y su sensibilidad extrema («(...), en general, la humanidad me pareció siempre detestable»), enseguida lo ubican dentro de un túnel que lo mantiene separado del ancho mundo, y en el marco de esta soledad en que ni siquiera el don artístico resulta una compañía, Castel aparece como un ente sin vida propia, alguien incapaz de sobrellevar una existencia autosuficiente, ni de obtener una perspectiva de su realidad que acaso no resulte tan dramática y absolutista.
 

Visto el mapa de su personalidad de manera integral: Castel sabe que no será feliz nunca, y se produce un reparto de culpas y castigos. A nivel consciente, quizás culpa al mundo de ser grotesco, hipócrita, banal, etcétera. Así es que cuando pone el mundo en la persona de María, lleva a cabo su ajusticiamiento mediante el crimen (ante la imposibilidad de destruir el mundo, más teniendo en cuenta que el mundo se puede destruir cometiendo suicidio). Mientras tanto, a nivel inconsciente, Castel echa las culpas sobre sí mismo: él es quien no puede adoptar otra óptica de la realidad y él es quien no es diferente a la mayoría de los seres humanos (según él mismo reconoce). Fácil es dilucidar, pues, la razón por la cual no termina destruyendo el mundo real (no se suicida) y aquella que lo lleva a entregarse a su encierro sin resistencia: quizás como una forma de redención, un castigo que pudiera saborear, que pudiera sufrir de manera concreta ya sin la ambigüedad de su encierro anterior. Castel quiere pagar por los delitos contra sí mismo, en realidad. María no fue más que un efecto colateral.
 

Castel, si se pudiera decir, es el único alumno de una escuela cuyas clases son dictadas por fantasmas del pasado; este "alumno" no presta atención durante el horario de clase, pues vive atormentado al pensar en la hora del recreo.  
 

CAPÍTULO II: Aspectos generales
 

El túnel es la primera novela que Sabato publicó. El escritor, en el "Interrogatorio Preliminar" del ensayo El escritor y sus fantasmas, confiesa que el hecho de escribir novelas le resulta sumamente dificultoso; dice: "Me atormenta mucho, no es un goce ni un pasatiempo". A pesar de esta falta de placer a la hora de trabajar en una novela, Sabato considera que en la ficción, con respecto al ensayo, puede establecer una mayor autenticidad en cuanto a los temas que trate. Esto se debe, sobre todo, a que en la ficción le es posible apelar a diferentes puntos de vista a propósito de la realidad según cada personaje. Asimismo, el triángulo compuesto por autor, narrador y personaje, da la posibilidad de exponer de manera verosímil y armónica todos los procesos tempestuosos que el existencialismo se propone desvelar en su intento de mostrar al hombre moderno su vacío existencial.  
 
Opinando en general acerca de la novela del siglo XX, Sabato afirma que esta "no solo da cuenta de una realidad más compleja y verdadera que la del siglo pasado, sino que ha adquirido una dimensión metafísica que no tenía. La soledad, el absurdo y la muerte, la esperanza y la desesperación son temas perennes de toda la gran literatura. Pero es evidente que se ha necesitado esta crisis general de la civilización para que adquieran su terrible vigencia".

 
Resalta también, como se ha mencionado anteriormente en el presente trabajo, la importancia que adquiere el lector; un lector que está mucho más cerca de ejercer un rol activo. El lector forma parte de la historia en cuanto una parte de sí adquiere empatía o identificación con las vivencias de los personajes. Esto queda particularmente acentuado cuando el narrador es en primera persona: el yo narrador puede, en algún punto, fusionarse con el yo lector.
 

La novelística del siglo XX intenta llevar a cabo una especie de cacería de brujas, una inquisición del hombre moderno y sus fantasmas, su verdadera psicología, aquella de la postguerra, infectada (o bendecida, según el caso) por nuevas cuestiones y dilemas a propósito de la vida, la muerte y el sentido en general. De esta manera, el escritor indaga el bien, pero sobre todo el mal en sus protagonistas, desde enfoques psicológicos, sociales, religiosos y cuantos otros puedan ayudarlo a poner en ficción verdaderos ensayos metafísicos.
 
 
En este sentido esta novelística busca asimismo la universalidad (el borgiano "un hombre es todos los hombres"): "Pero lo paradojal es que el arte y la literatura trascienden el yo por medio de su profundización. Mediante esta dialéctica existencial alcanzamos lo universal a través de lo individual: cuando he sentido y expresado a fondo mis sentimientos más profundos, cada uno de los lectores se sentirá tocado por sus propios problemas. [...] ¿Qué hombres más opuestos que un obrero y un capitalista? Una novela sociológica no pasará nunca de sus diferencias. Pero si ahondamos suficientemente en ambos frente a una situación límite, como puede ser un naufragio, los dos revelarán, por debajo de las costumbres y las relaciones sociales la esencialmente idéntica `condición humana´ ante la muerte. ¿Y qué es esta época sino una especie de naufragio?" (de El escritor y sus fantasmas). 
 

Los simbolismos y la importancia del cuadro Maternidad

 
 "...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío".

 
Tanto el epígrafe como el título dan cuenta de esta metáfora que Castel encuentra para retratar, de una forma que pueda visualizar y hacer visualizar, qué es lo que esperaba de la vida y qué es, finalmente, lo que la vida termina resultando.
 

Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos (...), para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían unido y que la hora del encuentro había llegado, (136).

 
Así describe Castel lo que fuera su mayor esperanza, aquello que parecía haberse concretado al encontrarse con María en la vida, luego de que ambos llevaran existencias paralelas, que hubieran llegado hasta allí viajando por túneles paralelos, sin importarles el resto del mundo. Pero en la misma reflexión, Castel acepta su ingenuidad, abraza el lado realista de la existencia.
 

¡Qué estúpida ilusión mía había sido todo esto! No, los pasadizos seguían paralelos como antes, [...] toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida, (136,137).
 

 En su metáfora, ubica a María junto al común de la gente, y se distancia definitivamente de ella:
 

Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles (...). Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad, (137).

 
Desde el ángulo de la premisa que funciona como motor de este trabajo (Castel se odia a sí mismo por ser, en la esencia, igual a cualquier otro, aunque con el grave defecto de no poder gozar como cualquier otro, y la búsqueda de la autopunición) se puede afirmar que el pintor, con estos últimos pensamientos metafóricos, no hace más que ponerse un pedestal por debajo de la "gente común", ocultando su derrota tras una tácita adjetivación aplicada a sí mismo: trascendental. Se entrevé cuando habla de una vida "curiosa y absurda en la que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad" con tono inquisitivo, como si tales actividades y condiciones fueran pecados que ameritaran condenación eterna. En cambio, él parece orgulloso de ser el único tunelista, una suerte de mesías (vano) en un universo vulgar, falso, frívolo.
 

El cuadro Maternidad

 
Yendo hacia atrás encontramos el posible (al cabo, trunco) cruce de túneles: la pequeña ventana en el cuadro Maternidad.

 
Encuentro que esta imagen (la de la ventana) es una metáfora de la metáfora del túnel: el cuadro pareciera mostrar dos dimensiones: el primer plano, la mujer y la niña; plano al que asigno la representación del "ancho mundo", o "lo que los críticos (la gente) tiene la capacidad de ver y analizar: lo superficial".
 

En un segundo plano está la ventana a través de la cual puede verse la mujer que, a su vez, contempla el mar. La ventana es el túnel; María ve en esta ventana a Castel (al final Castel describe, en su metáfora, que su túnel tenía ventanas, y que de cuando en cuando la única comunicación que tenía con María se daba a través de estas ventanas), ve lo mismo que Castel: la espera y la desesperanza, y la soledad.

 
Un aspecto no menor acerca de Maternidad es esa confesión que hace Castel a través del propio cuadro: está aislado, y desespera pero (¿acaso es él la mujer en la playa?) la mirada apuntada al mar también implica cierta abnegada esperanza. Por tanto, y en el cuadro como en el sueño, que el hacedor es el protagonista y cada uno de los personajes que aparece, pareciera probable que la parte más auténtica de Castel que pudiera encontrarse en el cuadro, fuera la mujer en la playa. Cualquier otra idea (por ejemplo, que Castel se viera del otro lado de las aguas y esperase un llamado de la mujer en la playa para acudir a su rescate) sería, tal vez, demasiado intrincada.

 
María
 

Acaso el personaje de María sea el elemento que aporte más simbolismos a partir de su indescifrable ser, sus múltiples facetas que dan lugar a posibles múltiples interpretaciones.

 
"María o "Miriam", son nombres de origen hebreo. Y aunque la etimología del nombre es materia de debate y se le atribuyen a éste diversos orígenes, cabe destacar algunos que pudieron haber conectado a Sabato con lo que buscaba en su personaje: Miriam, por ejemplo, aparece en el libro bíblico del Éxodo como la hermana de Moisés. Investigadores proponen una derivación de la raíz mrh que significa "rebelarse", haciendo alusión a cómo Miriam protesta contra Moisés. Además se vincula con la raíz mra: "obesa" y, por extensión: "bella". También en hebreo existe la palaba mara(h) -amargura- (uno de los atributos que más resalta en la señorita Iribarne). En la actualidad, en cambio, se mira mayormente a una raíz egipcia en la que Miriam derivaría de mr: "amor", bajo la forma mry: "amada".
 

Más allá de esta etimología, no es posible soslayar el hecho de que María es el nombre de la madre de la Humanidad (según el catolicismo) y que, desde el infantil absolutismo de Castel, se puede entrever que María representa una de las dos partes de esa relación, en efecto, absoluta, que se da entre una madre y su niño (todavía como una extensión de la madre más que como un individuo autosuficiente). Esto haría más notoria la hipótesis de que Castel es a partir de un otro, pero nunca de sí mismo.

 
Allende y su ceguera
 
No es casual que Allende, el esposo de María, fuera ciego.

 
Allende es el esposo de María; sin dudas quien menos sufre la condición de María, a la vez que resulta el más afectado por su muerte (se suicida). Basta con leer El informe sobre ciegos, de Sabato, e incluso la opinión que Castel tiene de los ciegos -«(...); debo confesar ahora que los ciegos no me gustan nada y que siento delante de ellos una impresión semejante a la que me producen ciertos animales, fríos, húmedos y silenciosos, como las víboras» (52)-, para entender hasta qué punto Allende tendría desarrollado cierto instinto, una videncia de la que Castel carecía, e incluso una postura que el convencionalismo de una sociedad calificaría de "enfermiza", cuando se sugiere que tal vez Allende disfrutara con la conducta errática de su esposa (la carta que Allende mismo entrega a Castel de parte de María).
 

Al final, el "insensato" que Allende le espeta a Castel cuando el pintor le cuenta el crimen, podría verse de esta forma: un ciego camina junto al río y recoge una piedra; luego de juguetear con ella un rato la arroja al agua. Poco después, aparece un hombre y le pregunta si por casualidad no ha hallado un diamante. El ciego acepta que tiró una piedra al río. El hombre lo llama "insensato", pues el ciego no hizo más que perder para siempre su diamante. 
 
CAPÍTULO III: La novelística del Siglo XX

 
El túnel reúne las características generales de la novelística del siglo XX. El yo (Castel) ocupa un papel más que central, casi se podría jugar con la idea de que se trata de una novela unipersonal: valiéndose de la intersubjetividad, todo personaje que no sea Castel aparece completamente indescifrable, ambiguo, onírico incluso, ya que estos son creados ni más ni menos que por la visión o la opinión que el narrador tiene de ellos. Nadie aparece retratado objetivamente (quizás Hunter y Mimí sean de las baldosas más sólidas en ese camino subjetivo e intrincado que es la historia), y sin dudas es María quien representa la parte más emblemática de esta óptica que intento demostrar: aparece como un desdoblamiento del propio Castel, como su alter ego, tanto que si Sabato hubiera escrito un desenlace en el cual Castel asesinara a María y, de pronto, se diera cuenta de que en realidad se estuviera suicidando (en una especie de pseudotributo a Oscar Wilde y El retrato de Dorian Grey), hubiera sido sorpresivo pero de ninguna forma desatinado.

 
A propósito del yo y de la herramienta que encuentra el escritor en la Psicología, otra de las características presentes en esta novelística es la del inconsciente. Este factor queda explícito en cuanto Castel revé sus sueños y participa de ellos (y de su interpretación) al lector:
 

Tuve este sueño: visitaba de noche una vieja casa solitaria. Era una casa en cierto modo conocida e infinitamente ansiada por mí desde la infancia, de manera que al entrar en ella me guiaban algunos recuerdos. Pero a veces me encontraba perdido en la oscuridad o tenía la impresión de enemigos escondidos que podían asaltarme por detrás o de gentes que cuchicheaban y se burlaban de mí, de mi ingenuidad. [...] Cuando me desperté, comprendí que la casa del sueño era María, (58).
 

Con respecto a la temporalidad, puede notarse cómo se encuentra marcada por los vaivenes emocionales y psicointelectivos del protagonista (con su decisión de saltearse la narración de ciertos hechos por considerarlos demasiado dolorosos o porque simplemente carecen de relevancia), pero vemos en el texto que es posible que transcurran meses en el marco de unas pocas líneas mientras que un único momento puede requerir incluso más de un capítulo.

 
Por supuesto, la soledad y los intentos malogrados de comunicarse, son el caballo de Troya de Sabato para internarse en el existencialismo desde lo trascendental, y en lo más humano de los celos y el sexo como medio más que como fin: las relaciones sexuales que Castel mantiene con María no parecen resultado de un amor puro, sino, más bien, una herramienta que Castel utiliza para buscar el amor de María, o para indagar cuál es la verdad acerca de este amor.  
 

CAPÍTULO IV: Ernesto Sabato; vida, literatura y pensamiento
 

Nacido en la localidad de Rojas, provincia de Buenos Aires, Argentina, Sabato se doctoró en física en la Universidad de La Plata e inició su carrera como investigador científico en París, becado para trabajar en Curie, el famoso laboratorio. Y fue en París que entabló amistad con escritores y pintores del surrealismo. Tuvo una relación especial con André Breton, quien alentó la vocación literaria de Sabato. En la capital francesa el escritor escribió su primera novela, La fuente muda, aunque de este trabajo apenas sí sería publicado un fragmento en la revista Sur.

 
En 1945 regresó a Argentina y comenzó a dictar clases en la Universidad Nacional de La Plata, aunque su postura antiperonista y unos artículos que escribió contra el gobierno del General, lo llevaron a abandonar su actividad como profesor en cuanto le quitaron la cátedra.
 

Ese mismo año publicó el ensayo Uno y el Universo: era una crítica al reduccionismo en el que el enfoque científico de la época recaía. Este ensayo anticipaba, en buena medida, los rasgos fundamentales de su producción: brillantez expositiva, introspección, psicologismo y grandilocuencia retórica.

 
Su carrera literaria estuvo influida desde el principio por el experimentalismo y por el alto contenido intelectual de sus obras, marcadas por una problemática de raíz existencialista.

 
Sin dudas, su obra más exitosa fue Sobre héroes y tumbas, cuya edición definitiva data de 1966. La compleja construcción de esta novela, y los diversos registros del habla rioplatense que el autor plasma en ella, se apartan del tecnicismo formal largamente. La pericia narrativa de Sabato consiste en que el lector no se percate de las evidentes dificultades compositivas que supone la historia de la joven Alejandra y, a través de ella, la del país.
 

En esta obra destaca, particularmente, el capítulo "Informe sobre ciegos"; éste contaba con tal autonomía que podía ser leído más allá de la novela.

Sobre héroes y tumbas tuvo un éxito de público impresionante, que acabó por convertir al autor en una autoridad moral dentro de la sociedad argentina, una suerte de formador de opinión que, por paradójico que parezca, al asumir ese papel se fue alejando más y más de la actividad literaria.

 
Su tercera novela, Abaddón el exterminador (1974), tiene como eje consideraciones sobre la sociedad contemporánea y sobre el pueblo argentino, su condición "babilónica" y su presente, que adquieren en la novela una dimensión surrealista en que se funden realidad y ficción en el marco de un enfoque apocalíptico.

 
A partir de la década de 1970 Sabato dejó un poco en el camino al escritor y comenzó a representar una conciencia moral que actuaba como un llamado de alerta en una época que él calificó de "sombría".

 
Esa identificación entre Sabato y la autoridad ética se reforzó durante su labor como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), para la que fue designado en 1983 por Raúl Alfonsín. Los años que dedicó a investigar "el infierno" de la represión que tuvo lugar durante el gobierno de facto, no le dejaron aliento ni espacio para la literatura, según sus palabras. Las conclusiones de la comisión quedaron registradas en el llamado Informe Sabato.

 
En 1984 fue galardonado con el Premio Cervantes.
 
Falleció en la localidad de Santos Lugares el 30 de abril de 2011, a los 99 años.

 
Bibliografía del escritor

 
Novelas

·         El túnel (1948)

·         Sobre héroes y tumbas (1961)

·         Abaddón el exterminador (1974)

Ensayos

·         Uno y el universo (1945)

·         Hombres y engranajes (1951)

·         Heterodoxia (1953)

·         El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa. Carta abierta al general Aramburu (1956)

·         El otro rostro del peronismo (1956)

·         El escritor y sus fantasmas (1963)

·         Tango, discusión y clave (1963)

·         Romance de la muerte de Juan Lavalle. Cantar de Gesta (1966)

·         Significado de Pedro Henríquez Ureña (1967)

·         Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968)

·         La cultura en la encrucijada nacional (1973)

·         Diálogos con Jorge Luis Borges (1976)

·         Apologías y rechazos (1979)

·         Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina (1979)

·         Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (1985)

·         Entre la letra y la sangre (1988)

·         Antes del fin (1999)

·         La Resistencia (2000)

·         España en los diarios de mi vejez (2004)  

 
CONCLUSIÓN

Sabato logró, con El túnel, estampar una de las obras más sólidas (aunque él, tal vez, hubiese odiado tal adjetivo) en el muro de la novelística del Siglo XX.


El excelso tratamiento de la soledad y de la incomunicación, la muerte puesta bajo la mirada de la idea de suicidio y la muerte como paradójico intento de unión definitiva a través del asesinato, la cuestión del ser o no ser y una sumersión profunda hacia el mundo sin sentido y sus máscaras, conforman el retrato perfecto de la novela metafísica que, en el caso de El túnel, fluye entre los temas más terrenales de celos, sexo y crimen de manera tal que el lector se transforma en un Castel que, simplemente, no puede detenerse en su propia vorágine, se ve obligado a llegar al final de la historia (que ya sabe cuál será), respirando los porqué mientras bucea por ese mismo túnel, y termina, sin saberlo, habiendo leído un ensayo cubierto tras una perfecta máscara de ficción.

 
Es mi parecer que Sabato, como otros novelistas de esta corriente, se propuso mostrar al lector la parte más oscura que éste pudiera guardar, siempre en las márgenes de los relativo, desde luego. Pero tal fue su propuesta, y personalmente, considero que su éxito debió ser rotundo: el lector termina despreciando a Castel; ergo, termina despreciando esa parte oscura inherente a la mayoría de los seres humanos, esa parte propia, casi nunca desvelada y, cuando desvelada, casi siempre vergonzante.

S.R.B.C.

18 comentarios:

  1. mañana tengo un exámen sobre el libro, gracias me sirvió mucho el análisis!

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  2. Hace un par de semanas terminé de leer el libro, e indagando por la red di con tu blog y entré por una consulta efímera... Me he quedado hasta el final, en verdad (pese a que no soy una experta ni mucho menos) creo que has realizado un muy buen análisis que me ha ayudado en parte a procesar de una forma más adecuada mi lectura.

    Muchas gracias, en verdad disfruté leyendo tu trabajo.

    ¡Saludos!

    E.

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    1. Me alegro de que te haya ayudado en el proceso de lectura, y muchas gracias por tu comentario y por haber leído la entrada.

      Saludos para vos,

      Santiago

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  3. Vibrante e incisivo análisis , 10 sobre 10 !

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  4. Muchas gracias por tu visita y por tu opinión. Un abrazo.

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  5. es uno de los pocos análisis que leí hasta el final, ya que en general se reiteran y se remiten a otros ya realizados. Excelente el tuyo. Te felicito y gracias por compartirlo.

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    1. Gracias, Mónica, tanto por leer el blog como por tus palabras acerca de esta entrada en particular. Un abrazo.

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  6. te felicito, uno de los mejores análisis que he leído. Gracias por compartirlo.

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  7. Excelente análisis, me mantuvo entretenido hasta el final. Me mostraste una forma distinta de ver esta obra, muchas gracias.

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    1. Muchas gracias, Johan. Como bien decís, otra forma de ver la obra, solo una más. Es lo maravilloso de la literatura, una verdad por cada alma que la disfruta y la analiza.

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  8. Magnífico trabajo. Se agradece lo excelso del análisis. Ayuda a uno a contrastar y comparar las conclusiones personales de la obra, además de profundizar un poco más en éstas. Algunas no tan alejadas de las que fórmulas(a las conclusiones propias, me refiero) y otras que dan pie a concretar algunas que se me presentaban difusas y no lograra formar del todo, de una manera más clara. Decir también que es muy satisfactorio que no fuese un análisis superficial y repetitivo, y que no se centrará simplemente en ciertos puntos que, a mi aparecer, no necesitan que se detallen, ya que se confía en la inteligencia y analítica de quien lee.Maravilloso que tocarás los aspectos simbólicos de la novela, sobretodo lo de los sueños de Castellano. Aunque me hubiese gustado que los abarcadas todos y ahondaras un poco más en ellos. Aunque debo suponer que tal vez sería algo quisquilloso, pero me parece que estos son un medio excelente para revelar ciertas cosas de los conflictos de Castel a nivel del subconsciente(tema que también tocaste, se agradece mucho eso) En fin, grandioso trabajo. Me alegra haber encontrado este blog. Lo recomendara fervientemente.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Me alegro de que hayas encontrado cosas de las que no te habías percatado y de que, al mismo tiempo, coincidamos en otros puntos de vista acerca de esta excelente obra. Gran saludo.

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