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jueves, 12 de enero de 2012

Reescritura: un acto de humilde sabiduría

Nada se ve más oscuro que la pantalla o el cuaderno del escritor atisbados a través de las gafas de la pedantería. Salvo geniales excepciones (de genios excepcionales), sería en verdad dificultoso hallar una obra con estructura decente, escrita de principio a fin sin levantar la pluma del papel o el dedo del teclado, y que además se hubiera dado el lujo de soslayar el tan encantador como necesario proceso de reescritura.

Seré claro: la reescritura no consiste en el cambio de algunas oraciones, o en la adecuación de una centena de tiempos verbales, no radica en cierta corrección ortográfica o tipográfica, ni en la eliminación o el agregado de algún que otro párrafo, sólo por hacer mención de algunos procesos inherentes al hecho mismo de escribir. Re-escritura es: volver a escribir.

Dista de mi intención marcar una norma que se aplique a todos los autores con todas sus obras; sí encuentro pertinente señalar que la reescritura es un paso ineludible (siempre que haya deseos de éxito literario) en aquellos casos en que el autor, junto a la palabra "fin", sea deformado por una mueca de disconformidad.

Por otra parte sería un error presuponer que el acto de reescribir comprendiese, incluso, la supresión de la idea base.

Somos un pintor y nuestro empeño será plasmar en un lienzo nuevo el paisaje o modelo que asimismo hayamos creado (el borrador, si acaso deseamos bautizarlo de alguna forma). Imáginense ser Dios y dar forma y colores a un paisaje. Esta es la etapa del borrador. Ahora, son el artista, el mismo Dios encarnado en un ser humano admirando su propio paisaje. Contemplando, inspirándose, ya con el pincel entre los dedos. El paisaje es la inspiración, pero no haremos una copia; para tal efecto, hubiéramos tomado una fotografía. No, respiramos el paisaje, nuestra mente transforma forma y colores en algo más, de la misma forma que los pulmones transforman en algo más el oxígeno, hacia fuera, pero también hacia nuestro propio torrente sanguíneo. Es la propia dinámica del Universo: la transformación.

Reescribir es inspirarse en el propio paisaje que hemos creado para rehacerlo sobre una nueva estructura, y mejorar los errores de la creación original. Y es, asimismo, un acto de humildad. Y si acaso la humildad es vehículo de sabiduría, ¿por qué no sacaríamos boleto?

S.R.B.C.

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