Es simple comenzar por
especificar que existen dos clases principales de escritores: aquellos que
escriben de acuerdo a sus creencias, vivencias y visiones personales (los llamaremos: escritores+subetivos),
y también existen aquellos que escriben basándose en doctrinas como la
filosofía, la religión, la propia literatura: escritores+intelectuales.
Los escritores+subjetivos toman los temas de su percepción personal del
mundo según, dicho está, los diversos factores que conforman la integridad de un
individuo: creencia religiosa, postura política, ubicación personal en lo
social, vivencias que decantaran en el presente creativo, etc. En otras
palabras, estos escritores vuelcan partes de su vida en sus obras, aunque, por lo general, esto sea
imposible de advertir a simple vista.
Por otro lado, los escritores+intelectuales se nutren del panteón de doctrinas que
ordenan las diferentes civilizaciones humanas; de ellas extraen los temas que
luego volcarán en sus historias, siempre hablando, por supuesto, de escritores
de ficción, puesto que también podríamos referirnos a ensayistas, poetas y
demás.
Desde luego, no se trata de
absolutos, he ahí el porqué de mi denominación que incluye el signo
"+". Hay en los escritores viscerales menor o mayor cuota de
intelectualidad, así como existe, siempre, cierto grado subjetivo en los
escritores intelectuales. Imposible que no lo hubiera si tenemos en cuenta que
una objetividad absoluta implicaría algo no existente como lo es la no
individualidad: la individualidad es un factor intrínseco a la naturaleza del ser humano.
Los escritores+subjetivos son los más. No podría nombrar un caso
emblemático sin dejar a tantos otros fuera de mi lista. De mis preferidos:
J.R.R. Tolkien, Ernesto Sabato, Julio Cortazar, Albert Camus, Anthony Burgess,
Oscar Wilde, Ray Bradbury y George Orwell, entre muchos otros.
En cambio, enseguida me viene a
la mente Jorge Luis Borges cuando pienso en escritores+intelectuales. Tanto así que de pocos autores he
escuchado que se los tilde de "inhumanos". Esto ha ocurrido con
Borges a causa de su tratado puramente intelectual, casi sin reminiscencias de
lo que un corazón pudiera querer gritar a los vientos: no se oye el lamento ni la
celebración ni se percibe un puño apretado ni demasiado tímido en lo que es la totalidad de su obra.
No obstante, como ya se ha dicho
en el pasado, Borges no resulta inhumano a partir de la idea de que lo que
diferencia al humano de la bestia es, precisamente, el intelecto. Personalmente,
encuentro que existe un balance más "digerible" entre la víscera y el intelecto en los escritores+subjetivos. Ergo, poco
digerible encuentro el desbalance que, a mi parecer, existe en la obra
de Borges, quien se saca el corazón para que su mente pueda "latir".
En definitiva, nada es absoluto
ni verdadero, y mucho menos, una preferencia. No pondré en discusión la
genialidad del escritor argentino. Encontré interesante el asunto como para
estamparlo en la presente entrada, sobre todo cuando pienso en los escritores
que están buscando su rama en el árbol y que, cuando una les parece demasiado
frágil, la otra quizás termine quebrándoseles por el propio peso y los vientos
de las modas literarias.
S.R.B.C.
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