La poesía como verdad de patas
cortas
Eso es porque la poesía es verdad
por definición. Es el burbujeo de energía guardado en los rincones más esenciales
del ser y que, justamente por su autenticidad, su carácter irrefutable, resulta
como la verdad misma: subjetiva, sin doble discurso, intransferible.
Esta entrada surge a causa de un
episodio en el cual una persona allegada, dada determinada situación, me dijo
que no vería con malos ojos que le escribiera un poema. Y me detuve a pensar;
un poema no admite medias tintas, no permite restricción de sentimientos. Si hubiera
tales restricciones, tal como he titulado esta entrada, entonces tendríamos una
verdad de patas cortas. Lo que no escribiera en el hipotético poema, casi con
seguridad sería "rellenado" por el destinatario, quien completaría lo
que no se dijo a través de su propia subjetividad, y del hecho que, escribir
un poema a alguien, es realizar una confesión sin dudas. Es, por tanto,
cuando esta pregunta aparece: ¿por qué confesar algo que no debería de ser una
confesión, sino un liso y llano traspaso de información? La respuesta es:
porque una confesión es, precisamente, mucho más que el traspaso de
información. Es el develarse a sí mismo, el desnudarse, el quitarse las palabras complicadas
que podrían decir poco, para ponerse palabras simples que lo dijeran todo.
Nunca, hasta hoy, había
descubierto (por más que lo hubiese escuchado) que la poesía es Verdad, y que
la Verdad es poesía.
S.R.B.C.
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